—Nuestro líder posee el instinto, dice la verdad —aulló el gigantesco gorila que acompañaba al bonobo de cascada voz.
—Pero fuera de este refugio, el viento nos maltratará. El instinto dice que no hay que destruir esta casa de metal que nos guarece —interrumpió un pequeño chimpancé, mirando con inquietud a través de una ventanilla, el amenazante caos del exterior.
—Ese instinto no lo he dicho yo, por tanto no dice la verdad. Destruidlo —ordenó con gran autoridad el de la voz cascada.
—¡No, para! —pidió el orangután más sabio, empujando protectoramente hacia atrás al pequeño primate que acababa de oponerse. —El instinto que dice el chimpancé no es instinto, tal como lo entendemos al menos.
—Y entonces, ¿qué es?
—Pues otro instinto que incluye lo que no es instinto —explicó el anaranjado antropoide.
El de la voz cascada lo miró unos segundos como si hubiera encontrado un fantasma, y a continuación sentenció:
—A ti —el bonobo apuntó al pequeño chimpancé— por calcular, y al pelo rojo por pretender hacérnoslo inteligible; a los dos, hala, me los destruís —indicó a los gorilas, para inmediatamente, volver de nuevo los ojos hacia el chimpancé y el orangután— a mí no me engañáis parejita.
—¿Pero por qué nos quieres eliminar? —se defendió el pequeño chimpancé.
—Es evidente ¿no? —abrió los brazos el líder simio indicando a su alredededor, el cementerio cibernético. —Vamos, que los quiero fuera de combate para ayer —ahora el bonobo, con su cascada voz, hablaba a los gorilas.
—¿Has visto, 1? Se
los llevan.
—Yo creo que el mono mandón
ese de la voz cascada los quiere fundir —susurró el ultroide número 1.
—Nosotros fundimos al
CC 04, ¿y acaso era un mal tipo? No me abrasó el brazo, a pesar de que tuvo su
oportunidad —recordó 2. —Y todo por el lío ese de calcular —2 observaba junto a
1, ambos con fingido aspecto estropeado desde su rincón—. ¿Entiendes algo?
—Nada —se quejó el
ultroide número 1. —Creo, 2, que nos construyeron con algún componente menos
que a los demás.
—Pues sí. Oye, ¿no se
enfadan ahora los monos también por otra palabra? Que si el instinto no, que si
el instinto sí —concluyó 2.
—Qué más da. El caso
es que siempre hay uno, no sé cómo, barriendo la verdad hacia sí, como ese mandón
o, antes, las DV-inas.
—A propósito, gracias
por la ocurrencia de fingir que estábamos escacharrados. Los demás robots nos
dejaron en paz y no nos destruyeron en la trifulca —reconoció 2.
—Ya lo dije: los
siguientes nosotros —con gran orgullo por su predicción, número 1 se llevó el
dedo-cañón a su pecho.
—A ver si vas a ser
también una DV-ina disfrazada.
—Gracias, nadie me
había dicho nunca algo tan grande —se infatuó 1.
—Pues no era un
cumplido —replicó número 2.
El ultroide 1, que se
había puesto tan contento, se enfadó y estuvieron callados un buen rato.
Finalmente, 2, dio suavemente con el codo a su compañero de naufragios, y le
preguntó con timidez.
—¿Tú crees que el
chimpancé y el orangután nos explicarán este tanto destruir?
El ultroide 1, que ya
no deseaba seguir enojado, miró a su compañero y luego al brazo que no le
abrasó CC 04.
—Quieres que salvemos
a esos dos, ¿no? Por CC.
—¿Eso es cálculo o
instinto? —reflexionó 2.
—Vamos a calcular con
esos gorilas que les custodian —guiñó un ojo 1.
Ambos ultroides se
movieron sigilosamente y siguieron, sin que nadie se percatara, a la escolta
que se llevaba al chimpancé y al orangután para ejecutarlos.
—Todo ha sido el instinto, que
le ha poseído —la voz del orangután dominaba las risas del pequeño chimpancé.
—Estamos vivos. Esos gorilas
nos iban a hacer daño. Gracias, gracias por dejarlos K.O. —el pequeño
chimpancé no paraba de dar saltos y hacer cabriolas alrededor de los dos
ultroides.
—Sí, sí —1 tenía que hacer
esfuerzos para seguir al simio saltarín— pero tú sigue, pelo rojo, estabas
explicando lo de mandón.
—Al
bonobo, el instinto se lo ha apropiado. No queda nada en nuestro líder que no
sea instinto.
—Y hay muchas otras cosas...
¡Oye!, orangután —el pequeño chimpancé se paró sorprendido, como si hubiera
hecho un descubrimiento—, se me ocurre que el bonobo se ha hecho un tirano
porque abrazó una idea simple.
—Continúa.
—La realidad es más compleja.
Por lo tanto, para regirla, hace falta algo complejo también.
—Eso es, eso es —el orangután
se estaba entusiasmando.
—Si falló el cálculo —prosiguió
el chimpancé— para los robots; y, sin duda, el instinto, a juzgar por lo que
nos ha pasado, también fracasará para los primates, lo mejor es que ensayemos
con algo que recoja lo mejor de ambos. Unamos instinto y cálculo, y formemos un
criterio nuevo: calculinstinto —ahora el chimpancé y el orangután, absortos en
su invención, se habían olvidado por completo de los ultroides, quienes
caminaban rezagados escuchando en silencio.
—Volvamos y prediquemos el
nuevo orden: calculinstinto —declaró, iluminado por una nueva luz de la razón,
el orangután.
—Si volvéis allí, mandón
os hará los honores en vuestro patíbulo —repuso 1, poniéndose corriendo a la
altura de los simios.
—Tendrán que aceptar este nuevo
orden o todos moriremos a manos del bonobo, enloquecido por su criterio simple
e inútil —determinó fatídico el gran póngido colorado.
—Sí, sin duda. Y si alguien se
opone al nuevo calculinstinto, ya sea por apego al instinto en el caso de los
primates, ya por nostalgia del cálculo si sobrevivió algún otro de los vuestros
—señaló con la mirada el chimpancé hacia el ultroide, sin por ello dejar de
hablar con el orangután —les corregiremos de su error. Calculinstinto, qué bien
suena —pensó el chimpancé, pletórico de alegría.
—Prediquemos lo nuevo —reafirmó
exultante el orangután.
—¿Y nosotros?, ¿predicaremos
también? —la primera vez que 2 empleaba el altavoz con los dos simios, lo cual
dio una alegría a 1, que ya se estaba cansando de andar a medias, unas veces
rezagándose hasta su compañero, otras adelantándose hasta la altura de los
monos en todo momento concentrados en hablar de lo suyo.
—Vosotros nos ayudaréis. Pero
vuestro talento no es el de predicar sino el de favorecerlo. Si nos intentan
detener se lo impedís, ultroides. No se atreverán a desafiaros —replicó el
orangután sin darle importancia.
—Al final siempre nos
toca arrear —se quejó 2 por radiofrecuencia, de modo que solo 1 podía
escucharle.
—Calla —reprendió 1—.
No es lo de siempre, ¿no oíste? Es un nuevo orden.
—Pues se parece al
viejo.
El ultroide 1 emitió
un chasquido de alta frecuencia.
—Tú siempre igual
—criticó 2.
—El nuevo orden exige algunos
sacrificios. Habrá que parar a los descreídos y a los retrógrados. Y si se
empeñan, incluso destruirlos —especuló uno de los dos primates.
Entonces 1, perplejo, dejó de
caminar junto a los monos. Estos no se percataron, y continuaron charlando
entre sí.
—Tienes razón, 2.
—Vámonos de aquí.
Dejemos a toda esta gente —apremió 2.
Ambos robots se
miraron un momento. Entonces 1 tomó la palabra.
—¡Simios! —los llamó.
Estos se volvieron,
sorprendidos al darse cuenta de que iban solos.
—Nos
retiramos.
—¿Cómo? —respondieron ambos
primates a coro.
—Nos vamos al centro de
diagnósticos. Allí nos quedaremos.
—Pero, ¿no deseabais
comprender? —apuntó incrédulo el orangután.
—Ya, ya comprendimos muy bien
—repuso 1, girándose para ponerse a la altura de 2.
—¿Si queréis venir?... Vosotros
mismos —se despidió 2.
Y ambos ultroides se alejaron dejando atrás a los monos.
Y ambos ultroides se alejaron dejando atrás a los monos.
La historia está bien. Si alguien no está de acuerdo, será que son descreídos o retrógrados. Y si se empeñan en contradecirnos, habrá que destruirlos.
ResponderEliminarTerminó siendo más simple de lo que esperaba, pero no lo digo como algo negativo.
Esa es, en resumen, la vía necesaria por la que circula la historieta.
EliminarEn el fondo, los ultroides sabían que terminarían así.
ResponderEliminarSí, creo que todos les estaban formando un pasillo con una única salida. Mérito suyo fue saber fluir y no atorarse en algún punto.
ResponderEliminarHola dafd, tuve la suerte de leer todas las entregas juntas. La has llevado con la intriga necesaria para atraparnos. No quedaba otro final
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por pasarte por aquí. Exacto, me parece que no quedaba otra que tirar por donde se podía para el final.
EliminarUn saludo