En una controversia política en un parque de la ciudad, las opiniones de cierto caballero, de mediana edad, sobre la nación inglesa en conflicto con las colonias americanas ofenden a uno de los oyentes, un comerciante inglés, quien, en tono bastante exaltado, demanda una satisfacción por las palabras insultantes contra su país, y desafía al caballero que tan mal hablaba de Inglaterra a un duelo de sangre.
Este, que no conocía de nada al indignado inglés, no sabe cómo calibrar la situación. Decide, empero, no entrar en una espiral de violencia. Así que expone abiertamente sus ideas sobre cómo considerar el problema del imperialismo de unas naciones sobre otras, sin apelar al patriotismo sino a la concepción cosmopolita de la humanidad.
El inglés, en un gesto que le honra ciertamente pues implicaba apertura de mente, terminó pidiendo perdón al caballero desconocido. Ambos se dieron la mano.
—Me llamo Green, caballero, Joseph Green. Comerciante. ¿A quién tengo el honor de escuchar?
—Immanuel Kant, soy profesor de filosofía.
Así se dio inicio a una franca amistad que duró hasta que Joseph Green falleció. Las ideas del menudo profesor de filosofía sobre la paz no podían sino ofender al caballero inglés, y probablemente a mucha más gente. En un opúsculo titulado Sobre la paz perpetua, escribe el célebre pensador de Königsberg frases como esta: "un Estado no es un patrimonio. Es una sociedad de hombres sobre la que nadie más que ella misma tiene que mandar y disponer". O "Los ejércitos permanentes deben desaparecer totalmente con el tiempo" (aunque, aclaremos, para él es lícito defenderse de agresiones). No era, pues, ni un hombre proclive a la violencia, ni un convencido del imperialismo entre las naciones.
Image: http://germanhistorydocs.ghi-dc.org/sub_image.cfm?image_id=2741
Hola,
ResponderEliminarMe alegra que una anécdota sobre los duelos y Pushkin te devolviera esta, que compartes. Excelente, raro es en nuestro mundo que alguien rectifique, muy raro.
Y sobre la violencia y el Estado —a quien la cedemos en casi monopolio para que haga un buen uso—, cierto, debería ser aprobada, cosa que no es así.
No quiero añadir pesimismo en un momento pesimista, solo decir que ojalá Kant fuera mucho más recordado y otros como él también.
Un abrazo.
Merece la pena pensar dos y tres veces y las que haga falta antes de tomar una determinación que puede llevar a un punto de inevitabilidad (claro, con permiso del problema de la dignidad). Por ello mismo las naciones se deberían comportar con idéntico respeto cuando de arbitrar resoluciones que pueden crear círculos viciosos que se autoalimenten se trate, y la violencia lo es.
EliminarDices bien que estamos en un momento pesimista, que nos contagia a todos. Y nuestros responsables y ya otros ajenos que determinan nuestro destino, actúan con tal radicalidad que no dejan volverse atrás.
Bueno, en lo de las guerras defensivas también estoy de acuerdo con el filósofo.
ResponderEliminarLa violencia está justificada en caso de supervivencia. Acaso el problema esté en el propio humano, violento por naturaleza.
Saludos.
Me parece que Kant proponía la asociación de las naciones para equilibrar la tendencia violenta del hombre.
EliminarHe ahí la clave: sin ser ciudadanos no hay verdadera paz, sino victoria o derrota. No es lo mismo.
ResponderEliminarLos ciudadanos vemos las cosas a pie de calle, y nuestras necesidades y problemas agregados son los de la nación a pie de calle. Pero ¿qué es una nación sino esto? Si esta perspectiva se pierde hablamos de una unidad, una cosa extraña que denominamos nación, pero que no lo es, por no estar hecha de sus ladrillos constituyentes. En todas las naciones hay gente que trabaja, que saca adelante su vida, la de su familia, que se preocupa por cosas intrascendentes para la mentalidad de un rey o su equivalente institucional, pero que en realidad son totalmente trascendentales.
EliminarKant es tan humanista que no parece alemán.
ResponderEliminarY tan buena persona que no parece humano.
Parece, la suya, una vida rompiendo esferas para unificarlo todo: que si el conocimiento, el comportamiento, la belleza. Abarcar lo más que pudiese de la humanidad, que es la meta de todo pensador.
EliminarSaludos Josep