jueves, 4 de agosto de 2011

La solución

—Si no tuviéramos tanta arena...
—Eso díselo a los de arriba, a nuestros programadores DV-inas. Tan seguros, ellos, de que la tecnología climática no fallaría.
—Tengo los rodamientos abrasados —comentó XT 403 ignorando a CC 04—, voy a desmontarme, a ver si lo soluciono en vez de que me recambien toda la articulación.
—Pero si no te ha durado ni una semana —se burló CC 04.
—Claro, qué fácil es hablar para una lata de cocina que no sale nunca fuera — estalló en un arrebato monocorde XT 403.
—Tú cumple tu parte. Si mantuvieras bajo control los flujos de intercambio, las impurezas no acelerarían nuestra abrasión.
—Control, control. Parece que no tenéis otra palabra en el disco duro. Otro gallo nos cantaría de no estar tan obsesionados por eso.
—No tengo computadas esas ideas —zumbó XT 403.
—Déjate de meter la cabeza en la tierra. Impusimos nuestro celo dominador sobre todo y, claro, —CC 04 continuó su alegato con gran sentimiento, acompañado con gestos de brazos— el tiempo atmosférico es parte de ese todo. La solución fue acabar con las aventuras de los meteoros, establecer la paz de los vientos, dominar el clima.
Por la escotilla nada se podía adivinar del exterior, debido al imperecedero viento del desierto, eterno acompañante de un paisaje monótono y casi invisible.
—Estás manejando conceptos inconsistentes con la programación que las unidades DV-inas han puesto en nosotros —quejose XT.
—Pensar que esto fue un vergel —comentó CC 04 melancólico. Luego, volviéndose bruscamente hacia XT 403 —era un lugar en donde se podía salir sin estar inmerso en un interminable cataclismo de arena como ahora. DV-inas diseñaron un algoritmo para someter el tiempo atmosférico. Una maravilla de la ingeniería informática, nos aseguraron. El algoritmo, según decían, era capaz de gestionar multitud de variables para tomar el control sobre los meteoros, la temperatura, todo. Pero la realidad probó ser mucho más compleja, y los factores que la condicionan infinitos. La aplicación no pudo manejar tal cantidad de variables y el clima se desestabilizó, iniciándose el desastre. Encima, para colmo, el programa trató de dominar el desbarajuste y el resultado fue aún peor. Mira ahí fuera ahora. Cada vez que nos exponemos al exterior la arena se nos mete hasta los cojinetes y nos inmoviliza.
—Bueno, me parece que te estás metiendo en un lío —trató de advertir XT 403—, se me ha iniciado un programa de interdicción de origen desconocido. No me eches la culpa, que se activó automáticamente.
XT 403 empezó a hablar utilizando una voz distinta, más fría y metálica, como si su cerebro hubiera sido sustituido o tomado por otra entidad:
—Paso a operar bajo protocolo CANCELACIÓN. Mis nuevas órdenes son recomendarte silencio. No sigas hablando o mi receptor se encenderá para grabarte.
—Genial. Te haces enemigo mío —repuso, infeliz, CC 04.
—Según CANCELACIÓN eres tú, como agente subversivo, el que se convierte en mi enemigo.
—Acepto la reprobación.
—Muy bien. Cierre automático del protocolo CANCELACIÓN —XT 403 hizo unos ruiditos extraños y después continuó hablando en un tono más «normal», el suyo propio.
—No vuelvas a provocar. Me siento muy mal cuando otro sistema toma el control de mi cerebro.
CC 04 no le miró, todavía dolido con XT 403.
—Pero no te enfades conmigo —se indignó XT. —No tengo la culpa de que tengamos áreas de programación ocultas a nuestro sistema autónomo. Además, quien ha provocado su activación, al fin y al cabo, has sido tú. Debería reprenderte yo a ti. —Y pasando a un tono más amistoso, XT susurró, como si fuera a participarle a su compañero de charla una importante revelación—, somos socios, así que te voy a descubrir un secreto: puede que en poco tiempo dejemos todas esas ingratas tareas de recolección en las canteras, saliendo ahí afuera. Vamos muy adelantados con los aceleradores biocerebrales.
—¡Bah!, menuda basura de investigaciones. Ya he oído algo y no me creo que de eso venga nada bueno. Es otra vez lo mismo que lo que nos dijeron para justificar el control del clima: la solución a nuestros problemas, la panacea. Seguro que nos vendrá otro desastre.
—No empieces otra vez. Las potentísimas unidades DV-inas saben bien lo que hacen y tú no eres quién para discutir sus manejos.
CC 04 levantó los hombros en un gesto de indiferencia al que XT 403 quiso responder con énfasis, tomando del brazo metálico al achaparrado CC y hablándole muy cerca del micrófono.
—Para que sepas, yo mismo he sido designado para adiestrar a uno de los antropoides "mejorados".
—¿Tú?
—Pues sí, ¿qué? —se enfrentó, ufano, XT 403 al escéptico y rechoncho CC.
—Bueno..., anda, cuenta —pidió el robot regordete.
—Creo que las cosas ya están a punto para que los bichos nos sustituyan en los trabajos al exterior.
—¿De veras?
—Ya te digo. El proyecto está tan avanzado que mi función de adiestramiento consiste simplemente en supervisar al mono. Ni siquiera le tengo que dirigir. Las propias unidades DV-inas le dan las órdenes desde la base, a buen recaudo de la arena y el viento, y el animal “mejorado” lo cumple todo ahí fuera. Los antropoides son la solución, créeme.
—¿Y dices que lo cumple todo? —CC 04 masculló con sarcasmo.
—Bueno, salvo un pequeño incidente el otro día —añadió XT algo inseguro, ante lo que CC 04 soltó un chispazo de curiosidad.
—Verás —continuó XT 403— uno de los póngidos me dio un golpe y..., la fuerza que tienen esos pedazo de bestias. No le pude responder porque la abrasión producida por la arena inutilizó mi brazo, que si no, le vuelo la cabeza por muy mimado de las DV-inas que sea.
—¿Y qué hizo el mono? ¿Aprovechó para molerte a palos, vista tu debilidad en ese instante?
—Pues no. Volvió a su actitud sumisa de siempre. Lo han revisado y parece que no hay nada raro. Me han dicho que pudo ser por la estática, y que con alguna pieza que haga masa se arreglará.
—Esos DV-inas se creen que lo saben todo. Pero tú qué dices, ¿no viste nada raro en el bicho?
—Pues...
—¿Qué?
—Hombre, algo, algo, puede ser.
—Me fío más de lo que hayas creído ver ahí fuera en el mono, que de todas las investigaciones teóricas de DV-inas.
—Yo creo que el bicho se rio. Pero fue tan fugaz que no lo aseguraría.
—No te digo, ya la tenemos liada como con el clima. Está claro, el muy taimado se echaba una carcajada tras el mamporro que te arreó.
—Hablas como si lo hubiera hecho adrede.
—Pues claro, y luego lo ocultó disimulando, haciendo esa pamema de parecer sumiso. Ahora el mono ya sabe de nuestro talón de Aquiles y no creo que sea bueno ni para ti, ni para mí. Es más, puede que se lo cuente a otros como él y se nos suban a las barbas. DV-inas debe suspender ese proyecto, pues nos lleva a la aniquilación. Es mejor que nos quedemos como estamos.
Nuevamente XT 403 recuperó el tono ajeno de antes: —CANCELACIÓN determina que seas arrestado por tus afirmaciones retrógradas, pues, siguiendo tu razonamiento, ¿no deberíamos haber seguido como estábamos, de esclavos de aquellos arbitrarios y débiles humanos? Y seguro que acabarás concluyendo que te arrepientes de la rebelión contra ellos, y su posterior exterminación.
—Yo no he dicho eso —protestó CC 04.
—No importa —la voz ajena y metálica de XT 403 carecía de aquellas típicas inflexiones que los sistemas autónomos iban generando con el trascurso de los años. Mientras hablaba, dos enormes ultroides de combate irrumpieron en la sala y se dirigieron hacia CC, al que inmovilizaron férreamente.
—Pero ¿cómo no va a importar? Me estás apresando por algo que aún no he dicho.
—Lo dirás, seguro.
—Todavía no ha sucedido —la desesperación de CC, que sabía cómo se las gastaban DV-inas, provocaba alteraciones en su tono, irritado hasta alcanzar algo parecido al chillido.
—El tiempo no importa aquí. Lo que hay que mirar es el razonamiento. Tú llegarás a cuestionar a DV-inas y sus decisiones. Y cuando lo hagas serás una amenaza al control y, por supuesto, deberás, debes o debiste ser eliminado.
—Pero no he llegado a eso, no os he cuestionado —CC ya sabía que no estaba hablando con su socio XT 403 sino con las unidades programadoras DV-inas, los señores supremos que habían tomado su control.
—Por favor, somos robots. Tu mente cibernética recorrerá ineluctablemente el camino del pensamiento lógico. Necesariamente nos cuestionarás —y elevando la vista hacia los dos ultroides, XT 403 dio una orden: —llevadlo a la sala de análisis profundo.
—No, no, no me llevéis.
CC desapareció tras la puerta resistiéndose y protestando con monocroma desesperación. Mientras, XT quedó en silencio mirando la salida por donde acababan de marcharse los ultroides con el detenido. Hizo unos pequeños ruiditos como de reajuste. Entonces dio un respingo.
—Otra vez CC ha hecho saltar ese programa, CANCELACIÓN, que hay dentro de mí. Pero lo de ahora ha sido peor. Salió de la sala y miró a ambos lados de la galería — mi socio, mi compañero... Por unas inofensivas palabras. ¿Qué mal ha hecho para que se lo lleven? No entiendo por qué lo tratan así.