jueves, 23 de abril de 2015

"TENGO PARA MÍ QUE SE RIERA"

Como si un fantasma hubiera cruzado el aire, se quedaron todos. Los manteadores cesaron su ejercicio; el caballero, allende los muros de la posada, sujetó en su cabeza la celada (o algo así) que el susto despeñó; los pájaros callaron, hasta la chicharra lo hizo también; pero el manteado, descuidada la inmovilidad general de él, cayó sobre las costillas en la mayor indiferencia.
--¿Has sido tú? --uno de los revoltosos manteadores preguntó al rechoncho manteado.
--¡Qué decís! --se quejó éste llevándose las manos a la parte dolorida.
--Sancho, amigo. ¿Has hablado de reír? --vino la voz del caballero desde fuera de la posada.
--Pues todos preocupados por mi boca, y nadie de mi espalda que está en puro grito --el manteado se levantó malamente, y palpó el costillar por si encontraba algún engranaje fuera de su sitio.
Los manteadores, recuperándose del sobresalto, no habían agotado todavía el cuerpo para la acción. Airados, preguntaron a cuantos vieron a su alrededor que si alguno había dicho aquel "tengo para mí que se riera". Recibiendo la callada por respuesta, creyeron entender alguna broma de un oculto gracioso, así que de las preguntas se pasaron pronto a las amenazas.
El caballero de fuera se encaramó sobre la bestia que montaba para mirar sobre los muros.
--Aquí en el patio de esta posada, que creí castillo, no veo más que a un montón de gente sin seso. Parecen títeres movidos por su apetito, un marasmo de masa sin forma ni intención. De estos no puede proceder aquella estentórea voz que bajó del cielo, estoy seguro --exclamó el caballero con la afilada cara sobre las bardas.
--¡Ay!, señor --vino enderezándose el miserable manteado hacia el caballero que escrutaba sobre el muro--. Que no crea que perdí hilo aunque casi me pierden el alma estos revoltosos, que también yo oí algo. Mas del cielo no, que anduve cerca y más autoridad tendré para sentenciar. Para mí que subió del suelo, y solo del diablo pudo venir por tanto.
Los manteadores daban palos de ciego por la posada. Muy sañudos, seguían preguntando por el bromista que había interrumpido su diversión, mas nada conseguían dilucidar. Hasta que uno se dio cuenta de la cara que asomaba sobre el muro (la del caballero que hablaba con el manteado Sancho).
--Ese, ese ha sido. Vamos a por él.
En tan apurado momento, el tiempo se congeló. Los revoltosos, el caballero, Sancho, la propia posada, todo pasó a la oscuridad.
--No daréis vuestro brazo a torcer, ¿verdad?, gente sin juicio --tronó la voz del caballero--. Habéis puesto por guía a vuestro instinto, olvidando el don de la inteligencia. En no entendiendo, arremetéis porque sí, cuando tocaría comprender o intentarlo al menos. Extraño es el suceso, pero empiezo a pensar que de vuestro extravío nos ha venido esta mudanza de la luz.
--Alguien pagará-- bramaron los aludidos.
--Eso, que alguien pague --el posadero esperanzado intervino.
--¿Pagar? Aquí pagamos todos, pues vamos en la misma nave. Quietos ya, os digo, y sosegaos --el caballero fue obedecido de los revoltosos.
--Ahora --continuó éste a sus ahora dóciles oyentes-- volved a tomar el instrumento de vuestra diversión, la dichosa manta. Sancho, hijo, no creas que no sufro pidiéndote que vuelvas al patíbulo de donde acabas de salir. Parece que todo se torció cuando la voz vino de arriba (de abajo, señor..., bien, como digas) y los jaraneros pusieron pausa al juego cruel que se traían. Así que volvamos a ese principio y hagamos nuestro papel según sepamos.
--Señor --habló débilmente el bueno de Sancho-- que por lo que me huelo, al final, los inocentes pagamos siempre. Sobre nuestras espaldas cae el peso de volver a poner discreción en el mundo.
Sancho, con resignada dignidad, acomodose tumbado en la manta, los manteadores agarraron los extremos del lienzo y, a continuación, tiraron. Nada más salir proyectado al aire la infeliz víctima, volvieron la luz y el ruido y el mundo vino otra vez a su ser. Entonces el caballero se bajó del muro, separose de él y se quedó observando a su escudero aparecer y desaparecer en el aire.