jueves, 21 de octubre de 2010

Sin aire 1/3

Otra jornada sin llover, y ya iba para varias semanas.
Sin despuntar aún el día, nadie dudó sobre el tiempo que les esperaba en las próximas horas. El cielo, surgiendo del negro mate nocturno, había cogido tono de charol, y, como un ejército en conquista, la ola de brillo que recorría el firmamento desde oriente iba apagando una a una las estrellas. Los signos no presagiaban sino sequedad y sofocante calor bajo el dominio del astro rey.
El guía-jefe decidió, tras hablarlo con los demás ayudantes, suspender la excursión por tierra. A pesar de la decepción que supondría, no quedaba otro remedio: los niños debían volver a sus casas pues el día no acompañaba.
Uno de los chavales tomó una piedra y la arrojó con rabia al cielo.
―Vamos, no te enfades. Nadie tiene la culpa ―el tutor empujaba cariñosamente al crío para reintegrarlo al grupo.
Habiéndose asegurado de que no faltaba nadie, los guías iniciaron el camino para volver por donde habían venido. Lentamente y con las cabezas gachas, la dolorida procesión se abría paso por el arenoso sendero. Un crispado hilo que partía por medio el páramo en dos hemisferios de vegetación áspera y rala, donde la soledad veía comprometido su mando por la compañía constante del viento. Como quiera que el jefe apremiara un poco al grupo, no tardaron en llegar a una parte que picaba hacia arriba. La puerta de entrada a su verdadero mundo estaba al otro lado de la suave prominencia.
Cuando llegaron, el Sol ya asomaba frente a ellos medio disco; un abanico de llamas que vomitaba su fuego aún lechoso sobre las dunas. La playa refulgía tanto que los niños, cegados por la luz, se protegían del naciente astro rey haciendo sombrilla con la mano. Sus ojos, muy sensibles, trabajaban a gusto en ambientes menos agresivos, lo que unido a la rapidez con que clareaba volvía muy molesta la vuelta.
Una vez en la orilla no aminoraron la marcha, sino que continuaron sin parar, agua adentro. A medida que a cada uno le cubría lo suficiente se zambullía, impulsado por sus membranosos pies, y desaparecía bajo el ligero oleaje. Al final no quedaba nadie en aquel lugar.

2 comentarios:

  1. Bueno, enigmático comienzo: ¿de qué se tratará las misteriosas criaturas?

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  2. Gracias por pasar por aquí.
    Un saludo

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