martes, 6 de diciembre de 2011

Colino y las arañas 28/29

En la oficina, Jiménez estaba encantado. Movía sus papeles canturreando por lo bajo, con la confianza de quien ha logrado sus metas. El jefe, en su despacho, también parecía contento. A ver, caso resuelto casi solo. En este universo de orden y satisfacción el ayudante de Jiménez se sentó en el borde de la mesa de su compañero. El tipo fumaba ocioso, mirando al techo.
—Quítate de ahí esa cosa —protestó Jiménez apuntando al cigarrillo.
—Verdaderamente molesto, ¿verdad?
—¿Qué?
—Las cosas molestas son fáciles de neutralizar. Se aplastan y acabaron los problemas.
Jiménez se quedó con la boca abierta, incapaz de juzgar las palabras de su siempre obediente ayudante.
—Dime algo —prosiguió el joven, todavía con el pitillo en la boca, —¿tenías que sembrar tantas dudas respecto a Colino?
—Es caso cerrado.
—Estuve en los dos interrogatorios a la plantilla —prosiguió impertérrito el ayudante. —En el primero todo fue normal. Pero en el segundo algo había cambiado en ti. En cada pregunta que hacías, en cada observación, dejabas caer extrañas sospechas sobre Colino. Y fuiste exhaustivo. Todos los empleados salieron de la sesión de preguntas con su ración de prejuicio contra él. Tú sabes cómo funcionan los rumores, tenías que saber lo que estabas haciendo. Eso es tanto como empujar una pequeña piedra en una montaña. El alud es seguro. Convertiste a todos aquellos compañeros de Colino en potenciales enemigos suyos. Los programaste para no atender a razones, vaciando sus cabezas de lógica y poniendo en su lugar infundios y supercherías.
Jiménez, a medida que su ayudante desgranaba su teoría, se volvía más tranquilo e indiferente, como si todo aquello no le alcanzase.
—Veo que no te afecta nada. Te puedo asegurar que yo he sido tu mayor admirador aquí. No he dudado en salir al paso ante cualquier sombra de desconfianza, e incluso he mentido al teniente algunas veces en favor tuyo —observó el ayudante tirando, por fin, la colilla al suelo.
—¿Quieres que te regale un jamón? —preguntó Jiménez con un cinismo tal que su ayudante, escandalizado, no lo creía posible. Fue como el desengaño de un creyente acérrimo. Más violento cuanto más ferviente.
—Yo creo que conocías a Colino o a su mujer de algo, pues no había nada para ir tras él. Debía de haber algo personal ahí.
Esta vez Jiménez demudó el rostro, cosa que el otro advirtió de inmediato.
—No sé qué asunto te traes con esa mujer. Y luego están esas llamadas absurdas a la policía, todas disparatadas y anónimas. Fue uno de los delatores telefónicos, que tampoco se identificó por cierto, el que echó abajo la coartada de Colino en el asunto de la muerte de su director, para mí, y estoy seguro de que también para ti, un suicidio clarísimo.
—¿Acaso crees que yo era esos anónimos? —Jiménez se encogió de hombros con inocencia.
—Le he pedido al jefe un traslado —suspiró finalmente el joven.
—Pues que te vaya bien —le deseó el veterano agente con una mirada fría.
—He hecho constar la causa, he escrito en la solicitud que no me gustan tus métodos y que por eso abandono la ciudad —el ayudante estudió a su superior. —Sin duda, esta consideración atraerá el interés de alguien. Jiménez se quedó callado, pero su mirada trasmitía un odio feroz.
—Sí, será mejor que, durante un tiempo, no hagas tonterías, incluso harás bien en parecer intachable. Esas palabras en mi solicitud están por escrito, y eso puede traer consecuencias para ti.

8 comentarios:

  1. Bien, dafd, he leído los 28 fragmentos, veo que solo queda uno para terminar, ¿cuento largo, novela corta? ¿Una nouvelle?

    El relato es una sucesión de cajas chinas, una dentro de las otras, que se van desplegando sin cesar: nada es lo que parece, y en todos afloran ciertos monstruos ocultos (arácnidos o no, de los fantásticos o no); la historia posee un regusto onírico, como si fuese uno de esos sueños donde se mezcla, con naturalidad, lo real y lo maravilloso, con esas metamorfosis (tan caras a la literatura)entrelazadas. Ni siquiera está claro el dónde y el cuándo de los hechos; la oficina es muy moderna, pero el hogar del alquimista, con la torre y los vecinos armados con armas pretéritas, parece, en cambio, pertenecer a otra época.

    Sin embargo, existe un lazo que reúne a todos los hechos y personajes: el aislamiento. Ya sea por muros físicos o emocionales o intelectuales. Personajes apartados de la humanidad, decididos a vivir en cárceles propias, sea o no sea necesario. Mienten, engañan, se protegen detrás de paranoias, retacean sus sentimientos, y, en definitiva, todos terminan desconfiando de todos. ¿Es esa la verdadera tela de araña? ¿Ese temor constante a los demás, ese pretender el poder, esa desconfianza, ese engañar? ¿Allí está la razón de las muertes, y cada muerte a su vez potencia la asfixia de la tela de araña que la produjo?
    Esa misma decisión que los lleva a encerrarse los obliga a simplificar su existencia. Pierden la posibilidad de la complejidad (interior y de vida), envueltos en sus miedos y sus pequeñas luchas por el poder. La obsesiva compulsión de ella, por ejemplo, a vivir encerrada en su casa, limpiando, cocinando y atendiendo a su marido, tiene su paralelo en la obsesiva compulsión de él, que lo lleva a no salir nunca de la oficina, porque incluso en su casa, acostado y mirando la tela de araña, se preocupa por cómo dominar a... a otros que, en definitiva, son como él.

    Lo fantástico, en este relato, parece ser una forma utilizada para hablar de la realidad del Homo sapiens.

    Espero, entonces, el último capítulo...

    Un placer la lectura, por cierto. Si te interesara, creo que tienes entre manos una novela potencialmente más extensa, en la que pudieras desarrollar el interior de los personajes en forma más implícita y también más profunda (cosa difícil de lograr con la extensión actual). Pero, obviamente, ya sería otro relato que este.

    La escena del personaje en su oficina, viendo flotar entre los edificios a sus compañeros de trabajo, el muro de estos... Es escalofriante y muy bien lograda.

    Esther

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  2. Este "pues que te vaya bien" me ha caído como una losa en la cabeza. Pedazo de diálogo negro, pitillo por medio. "incluso harás bien en parecer intachable.". Genial, tiene una fuerza inesperada.
    Este giro final es de aquellos al rojo vivo, candente, feroz como el odio.
    Saludos.

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  3. Comentas, Esther, que no está claro el dónde y el cuándo. Y es así, efectivamente. En este caso me he sentido cómodo navegando en esas inconcreciones. De todos modos, algo me has denunciado que habré de modificar. Este cuento, la verdad es que me ha salido así. No hay exactamente un guión previo. Lo voy repensando continuamente sobre la marcha. Lo que me lleva a estar pendiente de él bastante tiempo al día, aunque me encuentre atendiendo a otros negocios.
    Lo de las cajas chinas -es gracioso dicho con esa nomenclatura-, es verdad. Voy compartimentando porque la realidad, y esto es incurrir en un tópico, es bastante irracional. El método de cajas chinas me ha permitido encajar. Es decir, encajar como un arbitrio sustituto de la relación científica causa efecto. La racionalidad queda delimitada en contextos limitados, cada vez más amplios. Lo que sucede es que no hay una integridad de la racionalidad, sino un desmigajamiento de la misma.
    Lo del aislamiento, fíjate que no lo había visto. He pasado por ahí, y no me he dado cuenta. Te agradezco ese punto de vista. Yo me había guiado por el tema de la disolución del individuo. Claro, la resistencia a ser disuelto en la masa, en su extremo radical, deviene en aislamiento, la tensión entre aislamiento e individualidad termina afectando a la identidad. Por ello necesitaba a la tela de araña y a las arañas, que por cierto sí que me dan mieditis. Me es muy difícil ya, con el cuento hecho, volver sobre él, y dar nuevas pinceladas, iluminadas por las ideas que propones. Esa idea de que una vida aislada requiere de desaherse de michelines inútiles, de elementos que la compliquen para poder reducirla a la mínima cosa suficiente para seguir viviendo aislado. Esa idea de desprenderse, de pelar el exterior más prescindible es una idea con potencia en un relato de tensión, por ejemplo.
    A veces he creído que el personaje de Colino no vive, solo sobrevive. Un poco como el de ella. Que no saben disfrutar de la vida, demasiado ocupados todo el rato en evitar que esta les prenda de sus hilos.
    Sí, efectivamente, el elemento fantástico no es exactamente el meollo, sino una forma. Lo que pasa es que disfruto tanto del género que es una forma casi habitual en mí.
    Eso que me dices de desarrollar los personajes, ya me lo han comentado. Y ahí es donde fallo estrepitosamente. No he sido capaz de hacerlo. Precisamente el mecanismo de las cajas chinas me ha permitido sortear esa carencia.
    Gracias por pasarte y brindarme esa perspectiva y, además, animarme a seguir sobre ella.
    Buen día

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  4. Este fragmento obedece a una razón de economía de medios, la verdad. El personaje del ayudante me estaba quedando un poco desdibujado, y me parecía un despilfarro. Gracias por tus palabras Igor.

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  5. Dafd por fin puedo comentar, el ayudante esta enfrentando a Jimenez, asusta. Esperare el desenlace. Un abrazo

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  6. Sí, el ayudante se ha significado, no podía quedarse de mirón.
    Ya no queda prácticamente nada.
    Buen día

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  7. Fabuloso el análisis de Esther. Y fabuloso el fragmento, por cierto.

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  8. Esther, que conozco del foro ya extinto prosófagos, hace unos análisis muy penetrantes. Tiene un blog que se titula Necesidad y azar. Ahora, precisamente, anda metida en una publicación electrónica titulada Necroslogía que aún no he leído. Yo creo que merece mucho la pena leer algún cuento de ella. A mí creo que me gustan todos los que la he leído.

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