sábado, 19 de mayo de 2012

La solución. Nueva entrega 2/3

Pero los robots que participaban en la asonada se habían autorreprogramado, con lo cual daban por falso cuanto sostuviesen las unidades DV-inas. Así que, haciendo oídos sordos a la explicación, se lanzaron sobre los ultroides, con la alocada idea de vencerlos; cosa notoriamente imposible debido a la superioridad en armamento y capacidad ofensiva de aquellos monstruos cibernéticos.
¡Basta, basta! —sonó una voz cascada, que por la desesperación, resultaba muy desagradable de oír—, debéis saber que CC 04 era una unidad DV-ina, la primera de la especie. Él estaba camuflada… para vigilarnos.
Los robots rebeldes se quedaron inmovilizados y perplejos. Volviéronse, recelosos, a quien acababa de hablar, pero comprobaron que era uno de los suyos, un pequeño androide de aspecto obsoleto, no una DV-ina. Mientras, los ultroides dudaron.
—Necesitamos confirmación, número 1 —preguntó el ultroide 2—. ¿Hemos de destruir a esos rebeldes por orden superior, tenemos que cargarnos a nuestros jefes porque lo dice CC 04 quien, según ese viejo androide, es DV-ina también, o hacemos plasma de robot con unos y otros?
—Siempre me pones de los nervios, 2 —cortocircuitó el ultroide número 1—. Espera un poquito, a ver si se arreglan todos y nos libramos de esta.
—Yo soy también DV-ina —añadió el mismo pequeño androide de cascada voz que acababa de descubrir la verdadera identidad DV-ina de CC 04.
—¿Pero has visto, 1? Ese cacharro con válvulas en la cabeza es jefe nuestro. Y dice que CC lo era igualmente. O sea que ya no hay dudas —exclamó el ultroide 2 mientras revisaba su sistema de armas.
—Calla —le contestó 1 lleno de zozobra.
—Tú siempre igual.
—Ya habéis oído —bramó triunfante XT 403—, es una unidad DV-ina, luego miente. No le creáis esa patraña de que CC 04 era uno de los tiranos que queremos derribar.
Sigamos adelante.
—Ahora no destruyáis a nadie. Si el cacharro es jefe, y dice que CC también, entonces no hay revuelta. Pues todos obedecemos a unidades DV-inas. Los unos a las unas y los otros a otra —avisó el ultroide número 1.
—Querrás decir: nosotros a las unas y ellos a otra —corrigió con unas chispitas de retranca 2.
A lo que 1 emitió un crujido de protesta. No le divertía nada la confusión resultante de tener jefes tan incompetentes que daban órdenes contrarias.

No hubo lucha porque la guardia de seguridad dejó pasar a los revoltosos. Las masas de rebeldes arrollaron a las unidades DV-inas de las que no quedó una en pie. Luego, los insurgentes registraron las memorias; sobre todo aquella parte dedicada a la meteorología. Entraron al cálculo, que era lo importante, y se encontraron con que no había ni trampa ni cartón. Jamás hubo fraude alguno por parte de DV-inas. Lo que les llevaba a una dolorosa conclusión: CC 04 los había engañado.
—Soy el primero, compañeros, en rendirme a la evidencia. Él faltó a la verdad —reconoció XT 403.
—No te aflijas tanto, camarada. Si lo que dijeron antes era cierto, CC no dejaba de ser una unidad DV-ina, y, como tal, no lo podía evitar: la mentira formaba parte de su programación —le animó otro.
—Pero eso es injusto. Las demás DV no mentían. La falsedad no es inherente a su sistema operativo —XT se sentó deprimido.
 —Estáis todos equivocados. CC 04 no se burló de nosotros. Acordaos de cómo era.
—No te entiendo, XT 456. ¿"Cómo era"? Eso es poco preciso. Defínelo, en qué unidad de medida, o describe una analogía matemática para comprenderte —bufó XT 403 con desgana.
—¡Ay va! Qué brutos. No han dejado una DV entera —el ultroide 2, que entró seguido de algunos compañeros en el lugar de la zarracina, observaba asombrado el panorama.
 —Y luego dicen de nosotros. En fin, las DV-inas ya son asunto de los de limpieza —se admiró 1.
 —Callad, que parece que llegan a alguna conclusión —el 3 pidió silencio a sus compañeros que le devolvieron un reproche por mirada.
 —Pues seguro que es malo. Ya veréis —vaticinó 1— como los siguientes somos nosotros.
—Los cálculos —señaló rápidamente XT 456 con su índice hacia el techo—, los cálculos son falsos. Ya, ya sé que no están mal hechos, que no hay fallo. Lo que quiero decir es que el cálculo mismo es falso en su esencia.
—Pero si nosotros estamos hechos de cálculo— razonó, aún compungido, XT 403.
—Sí. Somos falsos, hay que destruirnos —concluyó XT 456 en alto, para que oyeran todos la nueva consigna, justo un momento antes de que recibiera el porrazo fatal de XT 403, quien salió de su melancolía bien rápido ante el cariz de los acontecimientos.
Entonces empezó una nueva batalla de todos contra todos, que no se quedó en medias tintas pues solo concluyó cuando los robots se aniquilaron. En el silencio imponente que siguió a la escabechina, alguien habló. No tenía ningún matiz artificial aquel sonido; tratábase, más bien, de un timbre ronco, con la dicción poco clara, como si le costase pronunciar.
—Tenías razón.
A lo que contestó otra voz. Una voz cascada que ya había sonado: la del pequeño androide quien dijo ser una unidad DV-ina.
—Yo siempre digo la verdad. Y si bien tuve que intervenir para facilitar el éxito del enfrentamiento, no fue mucho. Como ya te dije, estos amos carecían de espíritu. Hace falta algo más que especulación para fundir en un solo ser a un pueblo. La adversidad, que no nace de los números, nos ha dotado de verdadera consistencia, y algo opuesto completamente al cálculo, el instinto, seguro que nos dará la cohesión que necesitaremos para evitar cometer los mismos errores que ellos —dijo apuntando al desgarrado montón de chatarra inservible en que se habían convertido todos los robots, tras la suicida lucha.
Acto seguido, el pequeño androide de voz cascada se retiró la cabeza, y asomó por debajo una peluda testa de simio. Luego se quitó el resto de piezas metálicas que protegían su cuerpo, el cuerpo de un bonobo. El astuto animal se había disfrazado de robot.
—Lo voy a sentir por mi hermano —gimió la primera voz, la de fuerte acento: un gorila que salió de un panel de mandos. Ambos, gorila y bonobo, se dirigieron al centro del desastre y rescataron los restos del XT-456.
—Estate orgulloso de tu hermano —palmeó el bonobo, con exagerado sentimiento, el brazo de su hercúleo acompañante— demostró poseer nuestro instinto y no dudó al ofrecer su vida por él.
Agacháronse los dos primates junto al XT, luego manipularon en su estructura. Abrieron los cierres y retiraron finalmente las placas externas. Lo que movía desde dentro al XT-456 era un gran gorila de espalda plateada, exánime tras los golpes recibidos. Los dos lloraron ante el cadáver.
La tétrica paz que siguió al apocalipsis cibernético se fue llenando de ruidos de pies arrastrándose o repicando cuyos ecos resonaban por los pasillos. Del fondo, procedentes de las plantas inferiores, empezó a brotar una muchedumbre de macacos, gorilas, chimpancés y demás antropoides con que los robots habían estado experimentando.
La marea simiesca acudió en silencio, mirando con cierto temor todavía a sus antiguos amos. Pero ahora los crueles robots eran inofensivos restos destrozados. Algunos reconocieron a sus torturadores y por ello hubo barullo y golpes. No serviría de nada desfogarse en una chatarra, desde luego, pero la ira por el dolor infligido cegaba cualquier racionalidad.

2 comentarios:

  1. Menudo giro le has dado al asunto.
    Delicisosas en su humanidad las conversaciones entre 1 y 2. Creo que son más humanos que los humanos.
    Lástima que queda un único fragmento más. Al final, los robots, manipulados han cometido errores muy propios de los bípedos con pulmones.
    Saludos.

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    1. "los robots, manipulados han cometido errores muy propios de los bípedos con pulmones".
      Pues es que, me temo, soy un poco pesimista, por más que luego, sorprendentemente, siempre sale el sol.

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