miércoles, 23 de mayo de 2012

La solución. Nueva entrega 3/3

El de la voz cascada, situándose muy convenientemente, habló así a sus congéneres: —hermanos, se abre una nueva era en la que a nadie le debemos explicación por lo que hagamos; el destino nos pertenece. Ahora nos gobernamos a nosotros mismos, así que no imitaremos a nuestros torturadores. Nosotros no nos regiremos, como ellos, por el cálculo, que, dada la autodestrucción a que conduce, ha de ser, sin duda, falso. Nos guiaremos, pues, por el instinto, que es verdadero. Y lo que el instinto dice es que todo esto es falso y por tanto hay que destruirlo —afirmó con tan gran énfasis el bonobo en su característica voz quebrada, que nadie osó replicar.
—Nuestro líder posee el instinto, dice la verdad —aulló el gigantesco gorila que acompañaba al bonobo de cascada voz.
—Pero fuera de este refugio, el viento nos maltratará. El instinto dice que no hay que destruir esta casa de metal que nos guarece —interrumpió un pequeño chimpancé, mirando con inquietud a través de una ventanilla, el amenazante caos del exterior.
—Ese instinto no lo he dicho yo, por tanto no dice la verdad. Destruidlo —ordenó con gran autoridad el de la voz cascada.
—¡No, para! —pidió el orangután más sabio, empujando protectoramente hacia atrás al pequeño primate que acababa de oponerse. —El instinto que dice el chimpancé no es instinto, tal como lo entendemos al menos.
—Y entonces, ¿qué es?
—Pues otro instinto que incluye lo que no es instinto —explicó el anaranjado antropoide.
El de la voz cascada lo miró unos segundos como si hubiera encontrado un fantasma, y a continuación sentenció:
—A ti —el bonobo apuntó al pequeño chimpancé— por calcular, y al pelo rojo por pretender hacérnoslo inteligible; a los dos, hala, me los destruís —indicó a los gorilas, para inmediatamente, volver de nuevo los ojos hacia el chimpancé y el orangután— a mí no me engañáis parejita.
—¿Pero por qué nos quieres eliminar? —se defendió el pequeño chimpancé.
—Es evidente ¿no? —abrió los brazos el líder simio indicando a su alredededor, el cementerio cibernético. —Vamos, que los quiero fuera de combate para ayer —ahora el bonobo, con su cascada voz, hablaba a los gorilas.
—¿Has visto, 1? Se los llevan.
—Yo creo que el mono mandón ese de la voz cascada los quiere fundir —susurró el ultroide número 1.
—Nosotros fundimos al CC 04, ¿y acaso era un mal tipo? No me abrasó el brazo, a pesar de que tuvo su oportunidad —recordó 2. —Y todo por el lío ese de calcular —2 observaba junto a 1, ambos con fingido aspecto estropeado desde su rincón—. ¿Entiendes algo?
—Nada —se quejó el ultroide número 1. —Creo, 2, que nos construyeron con algún componente menos que a los demás.
—Pues sí. Oye, ¿no se enfadan ahora los monos también por otra palabra? Que si el instinto no, que si el instinto sí —concluyó 2.
—Qué más da. El caso es que siempre hay uno, no sé cómo, barriendo la verdad hacia sí, como ese mandón o, antes, las DV-inas.
—A propósito, gracias por la ocurrencia de fingir que estábamos escacharrados. Los demás robots nos dejaron en paz y no nos destruyeron en la trifulca —reconoció 2.
—Ya lo dije: los siguientes nosotros —con gran orgullo por su predicción, número 1 se llevó el dedo-cañón a su pecho.
—A ver si vas a ser también una DV-ina disfrazada.
—Gracias, nadie me había dicho nunca algo tan grande —se infatuó 1.
—Pues no era un cumplido —replicó número 2.
El ultroide 1, que se había puesto tan contento, se enfadó y estuvieron callados un buen rato. Finalmente, 2, dio suavemente con el codo a su compañero de naufragios, y le preguntó con timidez.
—¿Tú crees que el chimpancé y el orangután nos explicarán este tanto destruir?
El ultroide 1, que ya no deseaba seguir enojado, miró a su compañero y luego al brazo que no le abrasó CC 04.
—Quieres que salvemos a esos dos, ¿no? Por CC.
—¿Eso es cálculo o instinto? —reflexionó 2.
—Vamos a calcular con esos gorilas que les custodian —guiñó un ojo 1.
Ambos ultroides se movieron sigilosamente y siguieron, sin que nadie se percatara, a la escolta que se llevaba al chimpancé y al orangután para ejecutarlos.
 
—Todo ha sido el instinto, que le ha poseído —la voz del orangután dominaba las risas del pequeño chimpancé.
—Estamos vivos. Esos gorilas nos iban a hacer daño. Gracias, gracias por dejarlos K.O. —el pequeño chimpancé no paraba de dar saltos y hacer cabriolas alrededor de los dos ultroides.
—Sí, sí —1 tenía que hacer esfuerzos para seguir al simio saltarín— pero tú sigue, pelo rojo, estabas explicando lo de mandón.
—Al bonobo, el instinto se lo ha apropiado. No queda nada en nuestro líder que no sea instinto.
—Y hay muchas otras cosas... ¡Oye!, orangután —el pequeño chimpancé se paró sorprendido, como si hubiera hecho un descubrimiento—, se me ocurre que el bonobo se ha hecho un tirano porque abrazó una idea simple.
—Continúa.
—La realidad es más compleja. Por lo tanto, para regirla, hace falta algo complejo también.
—Eso es, eso es —el orangután se estaba entusiasmando.
—Si falló el cálculo —prosiguió el chimpancé— para los robots; y, sin duda, el instinto, a juzgar por lo que nos ha pasado, también fracasará para los primates, lo mejor es que ensayemos con algo que recoja lo mejor de ambos. Unamos instinto y cálculo, y formemos un criterio nuevo: calculinstinto —ahora el chimpancé y el orangután, absortos en su invención, se habían olvidado por completo de los ultroides, quienes caminaban rezagados escuchando en silencio.
—Volvamos y prediquemos el nuevo orden: calculinstinto —declaró, iluminado por una nueva luz de la razón, el orangután.
—Si volvéis allí, mandón os hará los honores en vuestro patíbulo —repuso 1, poniéndose corriendo a la altura de los simios.
—Tendrán que aceptar este nuevo orden o todos moriremos a manos del bonobo, enloquecido por su criterio simple e inútil —determinó fatídico el gran póngido colorado.
—Sí, sin duda. Y si alguien se opone al nuevo calculinstinto, ya sea por apego al instinto en el caso de los primates, ya por nostalgia del cálculo si sobrevivió algún otro de los vuestros —señaló con la mirada el chimpancé hacia el ultroide, sin por ello dejar de hablar con el orangután —les corregiremos de su error. Calculinstinto, qué bien suena —pensó el chimpancé, pletórico de alegría.
—Prediquemos lo nuevo —reafirmó exultante el orangután.
—¿Y nosotros?, ¿predicaremos también? —la primera vez que 2 empleaba el altavoz con los dos simios, lo cual dio una alegría a 1, que ya se estaba cansando de andar a medias, unas veces rezagándose hasta su compañero, otras adelantándose hasta la altura de los monos en todo momento concentrados en hablar de lo suyo.
—Vosotros nos ayudaréis. Pero vuestro talento no es el de predicar sino el de favorecerlo. Si nos intentan detener se lo impedís, ultroides. No se atreverán a desafiaros —replicó el orangután sin darle importancia.
—Al final siempre nos toca arrear —se quejó 2 por radiofrecuencia, de modo que solo 1 podía escucharle.
—Calla —reprendió 1—. No es lo de siempre, ¿no oíste? Es un nuevo orden.
—Pues se parece al viejo.
El ultroide 1 emitió un chasquido de alta frecuencia.
—Tú siempre igual —criticó 2.
—El nuevo orden exige algunos sacrificios. Habrá que parar a los descreídos y a los retrógrados. Y si se empeñan, incluso destruirlos —especuló uno de los dos primates.
Entonces 1, perplejo, dejó de caminar junto a los monos. Estos no se percataron, y continuaron charlando entre sí.
—Tienes razón, 2.
—Vámonos de aquí. Dejemos a toda esta gente —apremió 2.
Ambos robots se miraron un momento. Entonces 1 tomó la palabra.
—¡Simios! —los llamó.
Estos se volvieron, sorprendidos al darse cuenta de que iban solos.
—Nos retiramos.
—¿Cómo? —respondieron ambos primates a coro.
—Nos vamos al centro de diagnósticos. Allí nos quedaremos.
—Pero, ¿no deseabais comprender? —apuntó incrédulo el orangután.
—Ya, ya comprendimos muy bien —repuso 1, girándose para ponerse a la altura de 2.
—¿Si queréis venir?... Vosotros mismos —se despidió 2.
Y ambos ultroides se alejaron dejando atrás a los monos. 

6 comentarios:

  1. La historia está bien. Si alguien no está de acuerdo, será que son descreídos o retrógrados. Y si se empeñan en contradecirnos, habrá que destruirlos.

    Terminó siendo más simple de lo que esperaba, pero no lo digo como algo negativo.

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    1. Esa es, en resumen, la vía necesaria por la que circula la historieta.

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  2. En el fondo, los ultroides sabían que terminarían así.

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  3. Sí, creo que todos les estaban formando un pasillo con una única salida. Mérito suyo fue saber fluir y no atorarse en algún punto.

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  4. Hola dafd, tuve la suerte de leer todas las entregas juntas. La has llevado con la intriga necesaria para atraparnos. No quedaba otro final
    Un abrazo

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    1. Gracias por pasarte por aquí. Exacto, me parece que no quedaba otra que tirar por donde se podía para el final.
      Un saludo

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