domingo, 24 de febrero de 2013

La segunda oportunidad de Muntaner 2/3

El choque fue salvaje. Una cosa era leer las acciones de una batalla en redacciones novelísticas dotadas de más o menos realismo, y otra aquello que estaba contemplando. Los jinetes, aterrorizados, apenas pudieron hacer nada por defenderse. Con sus monturas trabadas en el barro, se habían convertido en una fácil presa para los ágiles peones que se estaban moviendo a su antojo. La ventaja que el humedal había dado a los soldados desarrapados fue determinante. La victoria fue suya.

Bernardo estaba pensando cómo aquella brillante y orgullosa gendarmería de espuelas de oro se había dejado caer en la trampa mortal que era el lodazal, cuando, nuevamente, algo, quizá una patada de alguien por detrás, lo hundió enteramente en el blando suelo.

Entonces levantó la cabeza, y otra sorpresa más grande aún se llevó. Estaba con un boli en la mano en lo que parecía un aula la de su instituto, poniendo punto final a varias hojas escritas por ambas caras. Reconoció la letra al instante, no otra que la suya propia. Allí, nadie más que él y el profesor de historia, quien por cierto le estaba requiriendo el examen.

Vaya, Bernardo, no creía que el tema de los almogávares te inspirase tanto comentó este de una manera insultántemente irónica.

Luego, sus compañeros le preguntaron que a qué venía escribir tanto, si jamás dejó puestas más de tres palabras en ningún examen. ¿Que de qué iba? "¿Es que te has vuelto un pelota?".

Ya le empezó a fatigar tanta insistencia. Y respondió la verdad:

No tenía ni idea. Pero ayer leí un libro de fantasía, y se lo he calcado entero. Tal cual.

Eso tranquilizó a su feligresía, y después se fueron todos juntos a celebrar el cero seguro. A la semana tenían las notas. Bernardo, un diez. Sin más. Perfecto, desnudo de todo adorno, indiscutible.

Lo primero que pensó fue que alguno de sus amigos craqueó el sistema y cambió su nota. Pero todos le juraron y perjuraron que no. Confuso, tras sacar a pasear más de una vez los puños para hacerse respetar como el más tenaz "suspendedor" de su curso, decidió dar una vuelta antes de llegar a casa. Sin proponérselo, terminó en la librería.

¿Qué tal?, ¿te gustó el libro que te vendí?

¿Esa novela? ¿La de batallas?

Ya veo que te lo terminaste. Pero no era ninguna novela, sino un libro parásito. Sí, sí, no pongas esa cara. A ver, dime, ¿dónde lo leíste?

Bernardo no entendió la pregunta. El viejo se vio obligado a repetirla.

Pues contestó el joven sobre los apuntes de historia. La expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo y la Compañía Catalana en Grecia y Bizancio entonces el chico abrió mucho los ojos. ¿Quiere usted decir que lo que me vendió...?

Exactamente interrumpió el librero. Es un libro parásito. Se alimenta de otros libros que tenga cerca. Copia su contenido, y le da un formato de novela. Y de las buenas, diría. Ha convertido tus apuntes en un cuento de fantasía, solo que histórica, real. En algunos casos, incluso, llega a producir un efecto tan vívido que el lector no se reduce a leer, sino que vive lo que lee.

10 comentarios:

  1. ¡Hostia! Esto del libro parásito me ha dejado la cabeza vuelta del revés. ¿Dónde está esa librería, cuáles son las señas del viejo? Voy a dar el golpe.
    Bueno, la escena de la escuela, muy real. Me ha parecido que refleja perfectamente la forma de pensar del adolescente para quien su tribu lo es todo... Y claro, si se sale de la "fiesta del 0", algo anda mal. Hay que justificarse, explicarse, regalar una narración que a los otros los tranquilice.

    En el arranque me ha venido a la memoria ese relato que colgaste en Sedice y que tanto gustó sobre los piqueros enanos, compactos, en formación cerrada, aguantando a los rápidos y esbeltos caballeros élficos.

    Saludos.

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    1. El libro parásito es como uno de esos que llaman agujeros de gusano. Pero en vez de atajar un camino en el universo tiempo, lo hace en el universo Gutenberg, introduciendo al desprevenido lector en un túnel que se entrecruza con muchos otros, hasta ahuecar la montaña con madrigueras de conejo. Cada conducto individual dirige sus pasos hacia una obra distinta. Y el parásito está en el cruce de todos esos túneles. Se conecta con todo. Solo hay que pegarle a un texto para que nos lleve de la mano hasta la obra de la que ese texto parte. Imagínate el lío monumental que se armaría el libro parásito si le pones en contacto con una obra refrito de muchas otras. Creo que se quemaría; tal vez por ello no haya muchos.
      Uno puede justificar y explicar las cosas y hacer pasar por aceptable lo que no lo es. Parece mentira lo que es la fuerza de persuasión de un verdadero líder.
      Sí, qué memoria. Aquel relatillo en Sedice tomaba por modelo la infantería en combate. Para esta ocasión me fijé en un librito sobre los almogávares, escrito por David Agustí, en donde se sugiere la idea de que la Compañía, que se tomaban la guerra con una profesional absoluta, inundó el suelo para obtener un entorno pésimo para la caballería.

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  2. Que bueno!!! quiero varios de esos libros parásito
    Espero el final
    Abrazo

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    1. Gracias por tu interés. Los libros parásito deben de ser una rareza de la naturaleza, una singularidad en donde caben, sintetizados, todos los mundos escritos en uno solo. Por ello, cuando aparecen, atraen todo el pensamiento y la voluntad de uno hacia sus inabarcables límites. No obstante su rareza, lo que los vuelve tan valiosos, es que, en su vasto interior, pueden hallarse más.

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  3. en el fondo, toda literatura es parásita: lo que hay que saber es si de ahí sale buena o mala...
    Sigo el relato con interés.

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    1. La cosa es que el autor sea capaz de darle nueva vida a una historia ya vista. Como una de esas músicas que empiezan igual a la original, pero que luego se desvían y su desarrollo es distinto, o, incluso, aunque parezca tomar la misma sucesión armónica, el nuevo creador acople una melodía novedosa, un punto de vista diferente, como contrapunto al planteamiento de partida del primer creador.
      Siempre será posible establecer nuevas fronteras, o nuevos debates, a algo que ya fue visitado anteriormente.

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  4. El que vive a costa de otro, el parásito, no goza de simpatía habitualmente; pero si el parásito es un libro : ¡qué distinto asunto! El viejo librero que perdure y el libro viejo con él para que la asignatura de Historia en el instituto pase a ser "otra historia".
    Un abrazo.

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    1. Sí, otra forma de ver. Una forma quizá un poco más como a nosotros nos gusta. O tal vez un poco menos. Los libros muchas veces nos provocan con "otra historia", otra perspectiva de las cosas que no habíamos considerado hasta ahora. Podríamos tirarlos en este último caso, destruir lo que no nos gusta. Pero también conocerlo, y hacerlo perdurar, e, incluso, compartir para sembrar en otros lectores.

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  5. Teniendo en cuenta que el protagonista es un adolescente, si en la próxima entrega no pone el libro parásito encima de una PlayBoy o similar te acusaré de falta de realismo ;-)

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    1. Buena observación. Tengo cierta prevención hacia esas máquinas, y es cierto que me han alterado el sentido de la realidad.

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