viernes, 21 de marzo de 2014

21 marzo 1685

El mundo empezó a partir de un elemento único y simple. Indivisible pero infinitamente denso en leyes de potencia creadora. A partir de él se fue formando lo que ahora conocemos. Y, con el tiempo, llegamos nosotros, los hombres. Y tuvimos conocimiento de todo este largo proceso de creación. En nosotros cobró conciencia.

Estas palabras, que delatan tanto candor y fe en el hombre y en el desarrollo del mundo que conmueven, contienen una posible lectura de una famosa composición musical de Bach.
  

El arte de la fuga empieza en un elemento simple, un motivo. Después, la música va expandiéndose, desarrollando toda la potencialidad que lleva en sí. Finalmente se acaba, abruptamente, tras aparecer un último tema que representa el nombre del propio autor quien por cierto, tras escribirlo, murió (no sucedió exactamente así). ¿Fue una mera firma o el postrer elemento de toda una teoría filosófica que pretendía explicar el desarrollo del mundo desde la creación hasta la comprensión de todo ello por parte del ser que lo culmina, un hombre, el hombre? Quién sabe.

El Barroco -estilo al que pertenece Bach- gusta de engañar o de ocultar la verdadera intención. Parece como si la gente de este período, ya partícipes de muchas de las conclusiones del Siglo de Las Luces pero no seguros de su método, prefiriera andarse con disimulos a la hora de explicarse. Como si, atados todavía a la autoridad medieval, temiesen salir de su paraguas protector. Cuando la mente ilustrada, liberándose ya de servidumbres, tome el relevo a los hombres del Barroco, volverá la vista atrás y mirará con desprecio a sus predecesores, timoratos y amarrados. Ensoberbecido, el hombre ilustrado levantará un muro de incomprensión, e incluso echará el velo del olvido sobre el pasado, sin distinción, al que percibirá sumido en la superstición y la ceguera.

Nosotros somos antesala de otro hombre del futuro. Pensamos acaso ya como él pero nos da miedo completar el camino que nos queda. Y él, el que nos sustituya en ese mañana, nos despreciará por ciegos y melindrosos. Nos tratará indistintamente a todos por igual. No, claro. Esto último no ocurrirá.

Aquella criatura que seguía a su padre, músico también, a todas partes: "cuando (su progenitor) daba clases de flauta, el niño sacaba su pequeño flautín. Cuando daba un concierto, el pequeño se escondía entre el público. Si su padre escribía, él jugaba a copiar notas y pentagramas" (Érase una vez... La música: Johann Sebastian Bach).


Fuente de la imagen: http://imslp.org/wiki/Die_Kunst_der_Fuge,_BWV_1080_(Bach,_Johann_Sebastian)

6 comentarios:

  1. Cómo nos juzguen los hombres del futuro me da igual -no voy a estar para verlo-, pero me encantaría gozar del privilegio de vivir el corto instante en que el péndulo se para en el medio.

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    1. En ese punto en que dominaríamos lo que ha de ser y lo que fue. Sin límites a ambos lados: con todo el bagaje del pasado, con el conocimiento del futuro pero sin soberbia. Eso es efectivamente una posición privilegiada. Puede que los científicos tengáis un cordón umbilical con el mañana por vuestra propia condición de inconformismo metodológico y estéis muy cerca de ese "instante en que el péndulo se para en el medio".

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  2. Probablemente alguien como Bach no surge por casualidad pero es fruto de muchas casualidades. Que aquella cadena de notas responda a un patrón filosófico simplemente me ha dejado anonadado. ¿Es posible? Creo que sí. Hermosa la cita del final. Denota una alegría, una energía en ese niño que parece no tener fin.
    Los hombres del mañana serán muy rigurosos con nosotros, y con razón, dafd, por lo que mencionas y por el desastre. Más que cuidar el jardín, lo pisoteamos.
    Saludos.

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    1. "Más que cuidar el jardín, lo pisoteamos". Exacto. Sabemos por qué nos señalarán los hombres del futuro. Esa es nuestra responsabilidad ante ellos y ante la Tierra que nos cobija y alimenta.
      Entre el siglo XVI y el XVIII, cuando un niño (o una niña aunque por condicionamientos sociales no trascendiera) de esa extensa familia tomaba papel pautado, lo hacía como un juego y como la herramienta de su vida. El clan Bach llevó la música por Alemania y Europa durante dos siglos. Qué clase de orgullo les alentaba para lograr esa continuidad en el oficio durante tanto tiempo.

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  3. Qué certero comentario y qué bien que lo hayas unido con nuestro presente como forma de repensarnos. La ilustración no podía comprender al barroco, es aceptable: cambiaba el mundo entero.

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    1. La Ilustración es la adolescencia de la Humanidad. Es cuando dimos los cambios más rápidos, tanto que apenas nos reconocíamos a nosotros mismos a medida que los sufríamos. Y nos daba miedo y vértigo y nos resistíamos, pero el ímpetu de la edad nos forzó a seguir adelante.

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