domingo, 20 de julio de 2014

La mano de Jorge Manuel

No estaba El Greco contento con la estimación en que se les tenía a los pintores en su sociedad, así que decidió investir a uno (en nombre de todos) de los atributos más nobles. Tomó de modelo a Jorge Manuel, su hijo, al que representó con útiles de pintura. Domenico estaría ilusionado por que el chico se aplicara al noble arte del pincel, y querría hacerlo aparecer como un joven y talentoso artista. Para chasco de su ilustre progenitor, artista el vástago sí era, pero más bien en la rama de la arquitectura. La figura alargada, apuesta del muchacho, en donde se aprecia la delicadeza con que El Greco hacía su trabajo en esas manos, pura exquisitez, nos llena de satisfacción.

Hay un cuadro, La Virgen de la Caridad, que pertenece ya a la última etapa del genio. Vemos también los caracteres típicos del pintor griego. Solo hay un elemento que desentona. La mano en el pecho del personaje de la derecha (el propio Jorge Manuel). Nada que ver con la pulcritud que acabamos de ver más arriba. ¿La ejecutó El Greco o lo hizo otro, por ejemplo su propio hijo, que para esas fechas ya trabajaba en el taller de su padre?

Otro cuadro del pintor que produce enorme inquietud. No obstante, La dama del armiño (en realidad la piel que luce es de lince) es un trabajo de atribución discutida.

Saltamos de un lado a otro. Ahora no vamos a discutir la autoría del célebre artista afincado en Toledo. En el siguiente Retrato de caballero anciano, no se nos aparece, si somos tiquismiquis, un anciano, sino una persona avejentada prematuramente por los golpes y sinsabores de la vida. Contrasta con la arrogancia propia de la plenitud de fuerzas de la juventud que luce otro lienzo de El Greco: el célebre Caballero de la mano en el pecho.

Qué pensaría El Greco de todo ese guirigay de la Inquisición. No está con nosotros para saberlo, pero tenemos este lienzo: El Inquisidor Niño de Guevara. La mirada acerada desde esos anteojos redondos, parece la de una máquina, un burócrata de la muerte.

Hombre con útiles de escritura y dibujo. Ese curioso gesto de la boca lo vuelve más humano. Casi parece contrariado por la molestia de tener que gastar su tiempo en posar, o tal vez el de los demás en retratarle simplemente a él.


Esos chocantes colores y esas formas que quieren perder la forma, en busca de un "discurso" artístico personal le dan un toque moderno. Por otra parte no puedo evitar creer que atribuir modernidad a un gran maestro encierra un juicio redundante.

Fuentes:
guías de la exposición sobre El Greco.
Wikipedia para Retrato de Jorge Manuel, La dama del armiño, Caballero anciano y El inquisidor Niño de Guevara,
De Wikiart para Hombre con útiles de escritura y dibujo.


6 comentarios:

  1. Qué grande sigue siendo el Greco y cuántos enigmas. Yo también dudo de cuál sería su verdadero pensamiento.

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    1. Tipo muy complejo. Impresiona un autoretrato de mayor. Esa imagen de un hombre calvo, con esa mirada de contrastes entre la curiosidad ardiente, el escepticismo. Ese brillo desbocado de sus ojos, casi febril a pesar del peso de los años, pero, al mismo tiempo, grave, autocontenido.
      Otro contraste es el de su realismo. Ignoraba la importancia del retrato en su obra. Le creí un pintor de escenas fantásticas religiosas. Pero también es un minucioso fotógrafo realista. Va y viene entre lo absolutamente onírico de sus composiciones trascendentes y lo absolutamente pegado a la realidad de sus retratos.
      Es curioso que firmara como griego. Parecía rechazar lo que le tocaba vivir: país extraño, idioma extraño, gente rara. Su origen siempre estaba ahí, radiando en su firma, su muestra del yo más explícita. Su individualismo en sitio extraño quizá le dio más seguridad en sus convicciones culturales, o no.

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  2. En mi opinión El Greco fue genial porque, además de una destreza técnica admirable, hacía cosas que los demás ni se planteaban hacer: un color distinto, una casi sutil deformidad de algunos cuadros, un buceo (¿loco o no?) en el alma del humano. No conocía para nada el último cuadro, que me ha encantado. Parece un tipo de mi barrio, algo cansando, pasado de vueltas, de vuelta de todo. Preguntándose algo que nos preguntamos todos: qué nos depara el porvenir. ¿Es es magia? Me apuesta unas gambas que sí lo es.
    Saludos.

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    1. Ese cuadro me lo quedé mirando un buen rato. Ensimismado en ese complejo cruce de caminos que es su rostro (la ventana del alma). Hacia allí encamina el retratista su penetración increíble. Ese rostro que mira hacia adelante con cierta distancia, dudo mucho que tuviera convicciones acentuadas de ninguna clase. Incluso, el propio Inquisidor, más que un fanático, parece un hombre triste. Quizá triste por su vida, malgastada en martirizar las de otros, o en ejercer un ministerio que le entrampaba.
      Desencantados, escépticos, engañados, maltratados, golpeados. La excepción es esa mujer, un retrato de autoría dudosa, acaso el retrato más esperanzador. Ese rostro sí cree en la magia, y en las gambas, por supuesto.

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  3. No solo la mano queda rara en el cuadro de la virgen, la cabeza al lado de la misma no está trabajada.

    Me pasa como a Igor, que el último retrato me parece el más interesante, quizá por cercano.

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  4. Pues es que el último retrato le puse al final por razones de preferencia personal. Cuando terminé de ver la exposición fuime directo a él de nuevo, para volver a contemplarlo. Un gusto del que no quise prescindir.

    El taller tenía estas cosas en los grandes maestros. Me sorprendió la cantidad de obra que dejó hecha el maestro griego. Me imagino que resultaría muy difícil multiplicarse tanto. Así que debería depositar parte del trabajo grueso en manos de ellos. El bueno de Jorge Manuel no era un mal arquitecto, por lo visto. Pero pintor, no. Luego su vida fue bastante complicada y no tuvo un final idílico.

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