martes, 8 de enero de 2013

Letras

En aquel pueblo, lejos del frente, se vive con miedo. El vecindario soporta, aterrorizado, la acción de unos facciosos que eligen, según criterios propios, quién va a ser el siguiente represaliado. Allí el tiempo es una sucesión de horas de angustia enlazadas en días sin futuro. Nadie está a salvo de que, ya en los olivares o volviendo de la faena con el estómago vacío y el sol poniéndose, ya perezoseando en un poyo a salvo del feroz calor, en cualquier momento los facciosos le echen mano. En ese instante, al incauto se le habrá acabado la suerte.

Pero lo peor viene cuando se cierne la noche. Los abuelos, sus hijos y nietos se reúnen, en silencio, tras haber sorteado, una jornada más, a la caprichosa fatalidad. Nadie se atreve a decirlo, nadie quiere alterar a nadie -sobre todo el sueño de los más pequeños-, pero todos saben que la orda depredadora no descansa. Los facciosos esperan a que sus presas estén arrinconadas en el hogar para actuar. Será tanto más fácil, sobre todo si la víctima tiene progenie. Se rendirá para no poner en riesgo, en el forcejeo, a la familia.

Cierto día, llega un tipo despilfarrado, un gañán con maneras de hambre, silencioso e infeliz. De abarcas para no muchos trotes, y pantalones remendados no más que como el resto de su persona; quién le hubiera prestado atención. Ocupa la vieja posada, en cuya puerta el desconocido cuelga un cartel sucio y gastado por la intemperie; apenas se lee. Pero el forastero se pone manos a la obra para que nadie tenga ni un segundo de duda sobre lo que ahí dice. Letras que entran, vaya si entran. Las inciales de la organización más letal del país, ahora en pleno centro del pueblo.

Los facciosos también han visto al forastero. Va con un martillo y clavos enderezando las sillas que le han prestado y la mesa que todavía aguanta en pie, secuaz del antiguo posadero. Observan su trajín por la vieja posada con la misma atención que una manada de corzos dedicaría a vigilar a un lobo merodeador. Él, en cambio, concentrado en su trabajo de acondicionamiento, no presta atención a sus atentos espectadores. Ellos han leído el cartel y conocen la organización que designa; significa peligro. Poco a poco, se van dispersando ante aquellas letras como las brumas nocturnas al despuntar el día.

La voz corre y la gente se va pasando por la posada reconvertida en local de la federación a la que representa el forastero. Todos le piden un carné. A medida que más y más vecinos del pueblo se afilian, las violencias de los facciosos menguan, los golpes, las detenciones, los "paseos" nocturnos van cesando. Los días recuperan su rutina y las noches el descanso.

A veces el forastero se da una vuelta por las calles. No va con nadie. Camina sin acudir a ningún destino en concreto. Todos lo ven pasar, y casi nadie le dice nada. Quizá por respeto, o acaso miedo. Detrás de él una algarabía de niños lo sigue de cerca, aunque no tanto. Espían sus movimientos; los aprenden como si fueran datos importantes para sus vidas. Los padres no les han dicho nada sobre el hombre. Pero a ellos no les hacen falta explicaciones. Saben que ahora pueden dormir sin inquietud pues el misterioso desconocido ha llegado de lejos para proteger sus sueños. No saben si, antes de que llegara al pueblo, su héroe pudo haber traído, al contrario que a ellos, el desvelo a otros niños lejos de allí.

12 comentarios:

  1. interesante relato, bien logrado a través de tus letras vivo las imágenes
    Importante: que vigile los eueños
    Abrazo

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    1. Efectivamente, hemos de velar por los sueños. Los sueños nos hacen libres o esclavos. Por ello, como primera obligación, deberíamos protegerlos. Aquellos -personas, colectivos o instituciones- que nos los roban, no nos quieren.
      Buen día.

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  2. Y, por todos los dioses que se esconden, qué letras son esas, ¿¿¿qué hay grabado en ese cartel cochambroso???? "Dignidad", "Demo-cracia", "Mafia" "Héroe a sueldo".
    Es una auténtica fábula. Tan adaptable a la realidad de hoy que no puedo evitar trasmutar robos y asaltos por deshaucios, Ertes y colas ante Fogasa. Tiene el aliento clásico. Te sales por los caminos laterales y yo lo celebro. Cuántos más mejor.
    Saludos.

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    1. Sin duda. Una anécdota circunscrita a una época muy determinada puede elevarse a categoría de injusticia del hombre sobre el hombre. Estoy seguro de que estarás conmigo en que no importan las siglas cuando, en realidad, la violencia no tiene nombre.
      Lo que no justifica la gratuidad de la violencia. Sobre los culpables ha de recaer el peso de la ley.
      Un abrazo bajo la niebla.

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  3. En efecto, la violencia no tiene nombre porque la violencia iguala a los que la ejercen bajo el mismo, que aparece debajo de tantas siglas.
    Buena fábula.

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    1. Hay tanto miedo palpitando tras estas palabras que mejor despojarlas de todo lo concreto, como si fueran algo sutil, insustancial. Las víctimas civiles de todo conflicto son como un fantasma del que nadie se acuerda. Son Humo humano.

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  4. El miedo contrae el corazón y merma la inteligencia, a niños y mayores.
    La supervivencia también pone sus leyes para poder conciliar el sueño y así el ritmo vital del poblado cambia. El que este ritmo marcó, en algún lugar, pudo ser víctima; y puede volver a serlo: igual que las letras del cartel pierden color el gañán puede quedarse sin fuerza. Hermanos contra hermanos, y aquello de Gandhi... Ojo por ojo y el mundo se quedó ciego.
    Disfruté con tus líneas.
    Un abrazo

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    1. El hombre es una maravilla llena de inesperadas sorpresas. En la situación más tenebrosa tratamos de hacer vida de ello, asimilando lo inasumible para convertirlo en rutina. Es, sin duda, el sentido de supervivencia.
      Me ha llamado la atención eso de "Ojo por ojo y el mundo se quedó ciego". Qué palabras más acertadas. Claro, el dilema que plantean es qué hacer: rebelarse contra la injusticia con violencia, o sin ella. El propio Gandhi la sufrió en sus propias carnes y su causa no fue la perdedora. Claro que ejemplos de lo contrario no faltan.
      Saludos

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  5. Un texto muy cuidado. Espero que estemos ante el primer capítulo de algo mayor.

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    1. Si bien es verdad que donde menos se piensa salta la liebre, esta anotación recogía una anécdota real mondada de datos. Y su recorrido era corto. Aunque, ciertamente, una crónica puede seguir si la fuente no se agota.
      Saludos cálidos en esta fría mañana.

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  6. En la última frase aparece el verdadero núcleo del relato. Magnífica frase, literaria cien por cien. Y, sobre todo, magnífico final, que llega con fuerza al ojo del lector pero encajando perfecto en el relato en su totalidad.

    Un abrazo,
    Esther

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    1. Qué alternativas se suceden en la vida de una persona: ángel o diablo. No sé, todo esto es una noria y nosotros sus cangilones, aunque, qué duda cabe, algo influiremos también.
      Un abrazo

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