miércoles, 20 de febrero de 2013

La segunda oportunidad de Muntaner 1/3

No hay nada divertido en estos libracos.

En la mesa, abierto por la mitad, el libro de historia. Unos dibujitos en la página venían a ilustrar el contenido de aquella lección. Sin embargo, el desinteresado estudiante no se cuidaba de ellos; demasiado apegados al texto como para suponer ningún reclamo. En la miniatura se veía a unos hombres de aguerrido aspecto e indumentaria caballeresca subiendo a un barco.

Bernardo abandonó la mesa y se acercó a la ventana. A finales de enero, el tiempo oscilaba ambiguo entre dos mundos antagónicos el del suave y tranquilo invierno, el de la abrupta primavera inminente sin determinarse por ninguno de ambos extremos. Así andaba él mismo, entre dos realidades: la de sus amados libros de fantasía y el tostón de los de la escuela; volar, y obedecer.

Su padre lo había llevado esa misma mañana a una librería de viejo. El librero, demasiado cicunspecto hasta duro cuando recibió su mirada, incluyó un prehistórico opúsculo, ajado por el manoseo, entre el lote de antigüedades que su progenitor compró.

Este es para su hijo. Lo apreciará —había sentenciado el tipo, entre irónico y catedrático.

Bernardo lo había dejado en la mesa, orillado en la esquina. Una tentación continua a su falta de voluntad por el estudio. Al final la curiosidad ganó la partida. Atrájolo hacia sí para echarle una ojeada. Primero dedicó un tiempo a estudiar sus cubiertas, que no revelaron nada de puro desgastadas. Luego se decidió a abrir al azar, para lo cual usó de improvisado atril el libro de historia que estudiaba.


Algo lo empujó de cara al suelo en donde se hundió. El duro parqué de casa, de pronto y afortunadamente para su nariz, se había reblandecido y más parecía un tremedal que otra cosa. Levantó el rostro totalmente enfangado y, atónito, miró hacia lo que parecía una llanura, al fondo de la cual brillaba con singular protagonismo un estanque natural. Hacia allí se dirigían unos caballos a galope tendido. Sus jinetes, bien armados y enfundados en corazas, cargaban contra una formación de hombres desarrapados que iban a pie, un grupo de mendigos llegó a pensar el chico a partir de la humilde indumentaria que les protegía (Chronica, o descripcio dels fets, e hazanyes del inclyt Rey don Jaume Primer,... o en los dos idiomas Crónica catalana de Ramón Muntaner).

Bernardo se tapó la cara porque pensaba que los caballeros iban a barrer a los desarrapados peones y no quería ser testigo del horror. Trató de huir, lo que resultó imposible en el barrizal. De pronto, unos asustados relinchos lo arrancaron de sus esfuerzos por ponerse en pie. La carga de caballería se había cortado abruptamente sobre el barro. Los animales, aterrados, estaban chapoteando, y avanzaban a duras penas bajo su carga de hierro. Algunos tropezaron, otros cayeron estrepitosamente llevándose al suelo a su jinete. La mayoría, sencillamente, atenazados por el barrizal, apenas podían moverse.

Entonces, el grupo de soldados desarrapados, viendo a su enemigo tan atascado, lo acometieron con decisión. A su grito, "desperta ferro", y ebrios de una furia que aterró al muchacho, se echaron, con lanzas cortas y una especie de cuchillos largos, sobre sus inmovilizados enemigos.

6 comentarios:

  1. Magnífico inicio a otro mundo, a otras posiblidades y hemisferios. La mente viaja. Las dos partes me han encandilado. La figura del joven desinteresado que posiblmente vive en ese plano audiovisual, la del padre, el orden antiguo, "lo que no sirve", quizá piense el chico. El padre que no cesa. Y esa nota meterológica de entre dos tierras ¿las minvas de enero, quizá?
    Y los almogàvers. Una de mis primeras lecturas. Aunque no se ha acabado de decir todo sobre ellos. Eran una auténtica peste en tiempos de paz y los mejores en tiempos de guerra. Esa batalla fue la última grande que ganaron, ya asentados en tierras de polis clásicas....
    Ahh. Espero la segunda y tercera entrega.
    Un abrazo.

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  2. Ay, ay, Igor. Me temo que te vas a sentir defraudado, bien porque no tire tan alto la cosa o quizá porque se desvíe respecto de los asuntos que comentas.
    Me ha llamado la atención lo de las minvas de enero. Dichoso internet que me ha permitido salir de la ignorancia. La verdad es que desconocía totalmente este curioso fenómeno que dejará, dada la bajamar resultante, las tierras ribereñas encharcadas y embarradas. Quizá como en aquella batalla. Tratándose de almogávares, verdaderos profesionales de la guerra, nada quedara al azar, ni siquiera el suelo sobre el que luchar (no olvidemos que Tirante decía que, en la guerra, importaba más la astucia que la fuerza).
    Este cuento se me ocurrió por cierto niño que, en la EGB, se topó hace años con un capítulo dedicado a esta gesta increíble. Se me quedó grabado el dibujito que encabezaba la página del libro de texto. Imagínate el calentón de cabeza con aquellas aventuras.

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    1. A esa edad se vive con mucha intensidad. Ah, las minvas. Me lo contó un viejo, yo tampoco las conocía, pero cada año se repiten en la costa del Mediterráneo.
      Los almogávares dan para mucho. Y los libros parásitos, para más.
      Saludos.

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    2. Honradamente, en este caso parece que los míticos guerreros catalanes no van a centrar el relato.

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  3. Hola amigo el inicio de este relato crea una buena dosis de intriga, aunque quieras bajar la expectativa esperare la próxima entrega
    La imaginacion puede llevarnos a fantasías inesperadas
    Abtazo

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    1. Pues sí, en algunos casos la imaginación puede tomar la forma de una herramienta.
      Gracias por pasarte.

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