viernes, 20 de junio de 2014

Información

 
 Sedientos. En ese estado nos encontramos siempre. Sedientos de información. Pero dónde abrevamos en estos tiempos digitales. Internet está muy bien, es cómodo y rápido. ¿Y nos fiamos enteramente de lo que nos arroja? ¿En quién depositamos la confianza de nuestro conocimiento?

¿Quién no sabe de la vieja Espasa? Una obra que nació en 1905, en un momento especial en el que varios editores catalanes estaban trabajando cada uno desde su empresa en la edición de enciclopedias, como Salvat y Seguí por ejemplo. José Espasa, el propietario de la célebre editorial, quiso construir un edificio enciclopédico especial que se distinguiera del resto. El esfuerzo fue notorio. Designaron a unos responsables que dirigirían cada especialidad, y para la redacción, mantenían en plantilla a un grupo que trabajaba a jornada completa en las oficinas. También contaron con otro gran número de redactores externos que escribían entradas acordes a su temática, a los que se conocía por los “famèlics de dalt” dada su precariedad laboral.

Entre los responsables de la edición de la obra están las máximas figuras barcelonesas en cada materia: Berthelot, Aranzadi, Iglesias, Brugués, Serra Hunter, Coroleu, Terradas Illa, Gispert, Rioja Martín, Orts Climent, Massaguer, Faura Sans, etc. En la dirección artística (la enciclopedia estaba ilustrada), es Miguel Utrillo quien busca la colaboración de lo más granado del arte catalán: Ramón casas, Alejandro de riquer y muchos.

En cuanto a sus dimensiones, pensemos que, en 1923 (ya fusionada Espasa con la compañía vasca Calpe), se contaba nada menos que con 646 autores (muchos eclesiásticos, pocas mujeres; y más componente catalán por el origen local del proyecto). En 1930, la composición del personal a cargo se hizo más compleja, al abrirse a colaboraciones de las Reales Academias, la Universidad madrileña o la célebre Institución Libre de Enseñanza.

Qué fue de esta increíble aventura editorial que empezó con el siglo XX. A dónde se ha llegado que la gente le da la espalda, y un muro de olvido y telarañas va emparedando poco a poco sus sabias páginas en estantes ignorados.

Fuente: la propia enciclopedia.

6 comentarios:

  1. Ahora Internet ha sustituido estos empeños tan hermosos sobre los que se construyó la cultura. Sin embargo, sigo echando de menos el papel y de vez en cuando bajo a la biblioteca pública más cercana para consultarla. Es una certera entrada.

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    1. Verdaderamente esta empresa es, en cierto modo, parecida a una gran obra de arquitectura: inmensa, complejísima, y dilatada en el tiempo. Claro, para adquirir un ejemplar de estos que ocupa varios cuerpos de estantería, y tiene un alto coste, hace falta el respaldo de una administración o una gran corporación.
      Lo que produce cierta tristeza es que ni en las bibliotecas este monumento sea consultado, para introducirse en una materia, por la irrupción de internet. ¿Es demasiado complicado acceder a su información, demasiado lento? A lo mejor es que algunos creen que la información ha de ser fácil e instantánea. ¿Pensar lo contrario es ser anticuado?
      O a lo mejor es que he de desengañarme: la eficacia no está reñida con la rapidez

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  2. ¿En quién depositamos la confianza de nuestro conocimiento? Eso te preguntas.
    Me lo he preguntado cien veces. En Google. Que es gratis. Error tremendo. Quizá como nunca la información está manipulada, pues hemos discriminado otros medios. Como esas magníficas enciclopedias que ocupaban media habitación. No contrastamos nada.

    Voy bastante a la Biblioteca y, aun que parezca raro, voy para tomar libros prestados. Algunos magníficos. Pero ahí el bien escaso no son los libros, es la conexión gratuita a Internet.

    Ejemplos hay a millares. Fíjate en la reciente crisis de Ucrania. Madre mía. Si con eso nos mienten, con lo que es más cercano nos deben volver locos.

    Y lo mejor: el canal internet como acceso a la información es voluntario. Las enciclopedias son raros objetos de lujo de un pasado.

    Un abrazo.

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    1. Quizá haya que tomar varias fuentes de información.
      Yo uso internet para sacar información. Es algo que no puedo negar. Lo que pasa es que, en este nivel inicial de cualquier pesquisa, habría que equilibrar la consulta a la red con otras fuentes. Y aquí es donde entrarían las obras de referencia como ésta de la que hablamos.
      Para lo de Ucrania, tema mayor, no me fío de nada. Claro que tampoco de las noticias que últimamente nos asaltan desde África, etc.
      En las bibliotecas ya es común la dotación de puestos de acceso a internet. Precisamente, la función básica de proveer de información gratuita sin discriminación es una de las misiones de las bibliotecas públicas. Eso, que fue un tema indiscutible hace años, ahora está cambiando, con los derechos de propiedad intelectual pugnando por percibir su parte del pastel.
      Me voy del tema, pero no puedo dejar de mencionar que este pastel de la información, con la impresión 3D, se va a complicar cada vez más. ¿Te imaginas que un inventor patenta unos planos de un objeto, y un desconocido, en otro continente, lo imprime gratis en una biblioteca dotada de impresora 3D? Y es solo la superficie.

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  3. No sólo la enciclopedia cae en el olvido ¿Y sus vendedores, que acosaban a los padres de todo escolar? Me gustan las enciclopedias, pero hay cosas como la población de una ciudad o algunos descubrimientos científicos que si no se actualizan con frecuencia se vuelven inútiles. Incluso los mapas.

    En cuanto a Internet, la calidad de la información depende de nosotros y del esfuerzo que pongamos. Recuerdo una conversación entre dos amigos. Uno le decía al otro "Eres la leche. Tienes respuestas para todo, como Google" y el otro le contesta: "No, como Wikipedia, que almaceno un montón de información errónea, no la cotejo y aún encima cualquier espontáneo me la traspapela".

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    1. Es cierto. La inversión en dinero que una familia (o una biblioteca) hace en una enciclopedia no va a ser rentable a largo plazo, solo a medio, por un período determinado. Y no es barata. Afortunadamente ya se pueden consultar varias enciclopedias en línea, pero pagando (como si tuvieras una enciclopedia alquilada, si bien actualizada).
      Buf, Wikipedia es un asunto peliagudo. Creo que hay gente muy preparada. Pero quién sabe de otros. Eso de que la fiabilidad sea tan aleatoria no sirve, creo yo. Debe serlo o no. Internet nos pone en contacto con catálogos, bases de datos, etc. que nos permiten apuntar a otros documentos que completan el mapa esbozado a partir de la Wikipedia. Hombre, los que no somos investigadores nos echamos atrás si, para bucear un poco, resulta que hemos de abrir tantos baúles. Lo grave es que esta forma de pensar tan abúlica se contagie a los investigadores, que, todo hay que decirlo, es muy raro que suceda. Pero a escala de estudiantes, no tan raro.

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