viernes, 21 de octubre de 2011

Colino y las arañas 15/29

―¿Qué tal el trabajo? ―preguntó ella, por fin, interrumpiendo una melodía de moda en la radio.
―Tengo algún problemilla ―resopló Colino.
Dana dejó todo lo que tenía entre manos para volverse con los cinco sentidos hacia su maridito. El fogón, bajo la olla, cocía un guiso de costillas que pedía a gritos acometerlo.
―El jefe, ya sabes, con su mandar mucho y no dejarme en paz.
―¿Y sufres mucho? ―ella puso cara de honda preocupación. Colino no sopesaba el grado de disgusto que su esposa alcanzaba por sus melindres.
―No quiero hablar de eso ―si Dana hubiera sido una madre habría descubierto que su hombre estaba mimoso.
Volviéndose hacia la cocina, continuó manipulando la cuchara de madera. Al cabo de un rato, Colino se acercó y la avisó de que la cebolla se estaba quemando.
―No quieres hablar de tu jefe pero te pones triste, y me disgusta que estés triste ―ella ni siquiera parpadeó ante la mengua del estofado
Él tardó en contestar. De la mirada de Colino era difícil deducir pues siempre andaba como divagando en otro universo, puede que el suyo o puede que viendo fantasmas ahí fuera. Colino, entonces, manipuló su expresión para componer un gesto heroico.
―No importa ―suspiró con una contención falsa. Realmente tener en suspenso a su bella mujer le infundía ánimos, aunque aparentara estar dolido.
―Seguro que sí. Y no me lo quieres decir. Si pudiese hacer algo, cariño ―Dana desconocía que a esas horas, en todos los hogares, sucedíase una queja, si no exactamente igual, parecida contra la población de jefes y superiores jerárquicos del mundo. Ella, tan aislada, tan arraigada a la casa que no gustaba de conversaciones con otras personas, ignoraba la escala de jerarquías en que discurre la vida de los seres humanos. Muchas veces él gustaba de hablar sobre la similitud entre el mundo de los hombres y el de las hormigas, haciendo paralelismos entre la organización férrea de los insectos y la de las personas: "Las hormigas vencen por orden, como nosotros", pero Colino también revestía esas explicaciones con circunstancias no muy positivas: "el orden sirve para empujar al progreso, y los individuos sueltos que no cooperan son aplastados por la masa que avanza". Naturalmente, venirle a Dana con el ejemplo de las laboriosas hormiguitas era perder el tiempo. Para ella, esos pequeños bichos de menos de ocho patas y amigos de grandes aglomeraciones distaban de ser ejemplo de nada. El de la mujer de Colino era un mundo individual donde solo existían su guarida, los peligros y la comida, nada más. Jerarquía y orden le eran conceptos ajenos.
Así pues entre que no entendía las complejidades del trabajo en equipo y que se había pasado bregando toda la tarde para satisfacer a Colino, comenzó a alumbrar un cierto odio hacia el dichoso jefe que aparentemente hundía a su marido en la melancolía. Pero Dana no estaba dispuesta a que ningún asunto se llevara sus esfuerzos a la basura. Así que intentó hacerle hablar, procurando, al menos, que el hombre se desahogara en su regazo.
Naturalmente este tratamiento era justo lo que él necesitaba, una droga que le volvía codicioso, y despertaba más y más sed de atenciones. Todo le parecía poco al bancario avaricioso. Así que, con cruel afectación, simulaba su impotencia y tribulación, para recibir el deseado caudal de Dana. Colino respondió finalmente a tantos cuidados y se puso a contar sus cuitas por el tan absorbente director. No paró de hablar, allí sentado en la banqueta, hasta que la cena no estuvo hecha. Luego comieron.
La mujer no se había ataviado especialmente. Mallas y una camiseta vieja ceñida, el pelo corto, todo de andar por casa. No le hacía falta cuidarse mucho de su indumentaria para requerir toda la atención de los hombres. Al poco, él acabó enredado en los labios de su atractiva esposa.

―Cariño ―dijo ella.
Colino no tenía ganas de contestar. Después de amarse, había quedado con la mirada perdida en el techo enhebrando hilos deshilachados de su pensamiento.
―Esta tarde casi, casi me descubren.

6 comentarios:

  1. No sé que pensar de Colina, ¿acaso anhela los viejos tiempos del Politburó? Me ha hecho mucha gracia esta frase de él: «y los individuos sueltos que no cooperan son aplastados por la masa que avanza». Caramba, ni el mismísimo Stalin.
    Lo de a esas horas en todas las casas habían quejas. El tono irónico le sienta bien.
    Imagino a Dana muy sensual con esas medias y esa coleta, y esa camiseta vieja... De la nada, una mujer. Un poco peligrosa, eso sí.
    (Buen final de capítulo, casi, casi)

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  2. Sí, la de Colino es una forma de pensar algo implacable tanto hacia los demás como hacia sí mismo.
    Buen día

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  3. Dejas el atractivo de la intriga, esperare mas… Un abrazo

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  4. Bueno, es una intriga chiquitita.
    Saludos

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  5. sucediase no lleva tilde en la "i"?

    Bueno, yo he empezado a verlo venir a mitad de fragmento pero el final me deja un poco confundido. Sigamos.

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    1. Por supuesto que la i lleva coronita. Es que ni lo he visto, ni olido.
      Espero que no muy confundido.

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