martes, 29 de noviembre de 2011

Colino y las arañas 26/29

Ya no se trataba de una mera sensación de hostilidad, o, incluso, una especial actitud inamistosa. Lo que tenía enfrente en este instante rebasaba claramente los límites de toda formalidad. Nada de gestos, esta vez habían pasado a la acción. Lo primero que pensó fue en intentar abrirse paso. Echó a correr, decidido a huir. Pero el muro que formaban sus compañeros era lo suficientemente compacto como para impedírselo. Empujó y tiró en aquel paño de sillares humanos pero sin conseguir hacerle brecha. Tan firme su ensamblaje. Ni la argamasa en una pared obraría su efecto con tal convicción. Y él qué tenía para oponerse a tanta fuerza moral: ningún convencimiento. Otra vez crecieron en su alma las dudas: que por qué habría de hacer frente común con Dana, por qué tendría que aliarse con alguien no humano, especialmente ahora que se mostraba más remisa hacia él. Por qué razón debería defenderla, si la única aspiración de Colino consistía en evitarse todo daño, para lo que aplicaba su método propio: caer bien para inscribirse como parte de su raza, para parecer integrado, un título oficial de humanidad.
No causaba ningún mal por esconder la crónica enemistad que sentía hacia sus congéneres. Podía seguir disimulando el rencor hacia la raza a que él pertenecía, fingiéndose del lado de sus compañeros, y simultáneamente asumir las razones de Dana sin dejar de aparentar que estaba en su contra. A ella un solo individuo no le haría más daño, a ellos tampoco más fuertes. Y en cuanto a él mismo, se consideraba perfectamente preparado para no perder su identidad en el conflicto de intereses entre ser del bando de ella y simular su apego por los otros. Estaba seguro de su esencia, seguro de no perderse en la antítesis en que vivía.
Y, por ahora, su esencia corría peligro. No era el momento para elucubraciones: debía parecer amigo de ellos. Hacerse acreedor de su simpatía. Para los demás debía pasar por un ser con una definición muy precisa, nada de ambigüedades. Ellos le tenían que identificar como alguien de su lado. Y el mejor método era echar balones fuera. No dudó un instante.
―Os equivocáis, el monstruo no soy yo. Es Dana, mi mujer. Ella es quien os ha de asustar ―Colino se llevó las manos al pelo. Los demás observaron impertérritos sus esfuerzos por arrancarse mechones de cabello.
―¡Mirad! No os engaño ―al tiempo que, desesperado, se desplumaba, iba repartiendo el despojo cabelludo ante la barrera humana a la que se enfrentaba. Los compañeros de Colino dieron un paso adelante, mudos, sordos a tanta parafernalia estúpida.
―¿Acaso no veis?
El bancario se contrajo de terror. Lo estaban confundiendo con Dana. ¡Aquella partida de violentos lo creía del bando de ella!
―Soy exactamente como vosotros ―Colino, torturado por el recuerdo de la muerte de la madre de su esposa, se retorcía inútilmente. Dieron otro paso adelante.
―Creéis saber pero andáis perdidos.
No quedaba más que una franja estrecha entre la ventana y el cerco de personas. Estas murmuraban satisfechas de su masa compacta, pero ninguna quiso entablar diálogo con Colino, resguardadas en la seguridad de su propio número.
―¿Cómo podéis tener tanta seguridad? En realidad, no es de mí de quien deberíais tener miedo, sino de cada uno de vosotros que estáis tan seguros de no errar ―trató de huir de nuevo rompiendo a través del paramento de cuerpos y volvió a fracasar.
Tras la tentativa, y desvaneciéndose por la falta de esperanza, dejó oír su voz, ya sin el ímpetu de un grito, resignada.
―No soy lo que creéis... ¿Por qué estáis convencidos?, ¿acaso hay algo...? ―otro paso adelante del muro humano silencioso, ciego, resolutivo.
En el suelo, veinte plantas más abajo y con el alboroto propio de la calle, nadie tuvo la oportunidad de escuchar el ruido de unos cristales al romperse.

6 comentarios:

  1. Tuvo que defenderse, pero acusar a Dana..... El final del capitulo me deje una intriga tremenda, to be continued...

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  2. El compromiso, sea con una idea, con una religión o con las personas, con la pareja..., ¿de qué materia está hecho: papel, de carne y huesos, de metal...? ¿De qué modo lo hacemos nuestro, parte de nosotros?

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  3. Patético Colino. Qué bien has retratado el patetismo de un covarde o de alguien que lo es en un isntante determinado. ¡Arrancarse mechones de pelo! ooo.
    Pero aquí, ya llegando al fin, los héroes no son oficinistas que caracolean para sobrevivir. No, es ese ser capaz de romper cristales. Ahh.
    Saludos.

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  4. Tengo la sensación de que, si sigues leyendo, te va a decepcionar la siguiente entrega, Igor.

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  5. Yo no tengo claro de que haya pasado lo que da la sensación de haber pasado, jajaja. Vamos a verlo.

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