sábado, 17 de julio de 2010

La esquina de la biblioteca 2/7

—Ven conmigo —contestó el bibliotecario huesudo. Me fijé en que no tuvo ningún problema para entrar allí. Ni se puso de medio lado como yo, ni le agarró nadie de las piernas como al revoltoso aquel. Al bibliotecario no le tocaba el hechizo del rincón.
—¿Por qué no salen estos libros en el ordenador? —le pregunté abriendo uno con tal fuerza que se descuajeringó.
—¿Les preguntaste antes si querían salir en ese aparatito? —mientras me hablaba me acarició suavemente la cabeza. Noté un olor a bosque mojado, como el de los pinares tras la tormenta. Tomó el libro de mis manos, lo manoseó un poco y no lo devolvió a su sitio.
—Me está tomando el pelo —contesté—. A los libros no se les pregunta, ni se les pide nada. Ni siquiera se les habla.
—Tendremos que curar a éste —el bibliotecario no me hizo caso, pues estaba concentrado en el libraco estropeado.
No pudimos continuar la visita por la hora. Ya tocaba cerrar y yo debía encontrarme con mamá.
Al día siguiente la dejé a las cuatro ante el hospital, como todos los días desde hacía un mes.
—He de cuidar de papá— dijo. —Tú vete a la biblioteca a estudiar, cariño. No nos des un disgusto en junio. ¿Recuerdas? Nos prometiste aprobar todo —ella me dió un beso y cruzó la calle.


Enfrente, la mole de ventanas y cemento proyectaba una fría sombra que engullía a la mujer camino de la entrada. Era en aquel edificio donde curaban al padre de Guille. Ya en la acera de enfrente, la contempló girarse ante la misma puerta y agitar la mano. Luego desapareció tras el umbral.
Guille elevó la vista recorriendo la fachada impersonal. Iba buscando una ventana en el tercer piso, justo encima de por donde acababa de entrar su madre. Las cortinas estabas corridas, como siempre, y ninguna silueta se proyectaba desde dentro. Siquiera si algo de movimiento les diera vida... Pero no. Siempre tirantes, siempre inertes, un peso abrumador pendía de ellas que no daba tregua. Solo subió una vez a la habitación de su progenitor y no lo recordaba con gusto: un tropel de gente, silenciosa y queda.

2 comentarios:

  1. Esto va fabuloso.

    Sólo una cosa. Al final, cuando hablas de "la cortina" en singular, más tarde hablas de "ellas" en plural. Habría que ajustar eso, creo yo.

    Saludos.

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  2. Bueno, gracias por pasarte. Es cierto, lo corrijo.

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