lunes, 7 de junio de 2010

A la sombra de la muerte

Bajo las frías noches de diciembre, la Laguna Fría arropa su cuerpo en hielo. En la orilla, hay un hombre inmóvil. Aguarda.
La limpia superficie del agua, de pronto, se convierte en oleaje que va creciendo hasta que, en la convulsión, forma un torbellino del que surge algo: una forma hecha de llanto y muerte.
El solitario individuo da una orden con el brazo y la forma se inclina sumisa ante él.

Despertó, angustiado por la pesadilla, en la tienda de campaña, tardando unos segundos en recordar que había ido a pasar, lejos de su familia, el fin de semana. Conducido por un terrible presentimiento se incorporó para despabilar a sus amigos. Pero ni zarandeándolos, ni chillando lograba su objetivo. Finalmente, les palpó el cuello sin encontrar pulso. Boqueando se arrastró afuera, envuelto en una mortaja de sudor, con la certeza de que él tenía alguna culpa.
Acercose al pantano, que se extendía indiferente hasta el mismo campamento. Al refrescarse la cara, el agua le devolvió el reflejo de su rostro. Era el del individuo ante el que se postró aquella forma del sueño.

Entonces despierto en mi casa.

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