miércoles, 22 de diciembre de 2010

El bosque de los ogros 9/25

De pronto sonó una trompetilla. El trío volvió sus ojos hacia adelante. Otra tronó justo por detrás.
–Huyamos –ordenó la muchacha–, ha sonado muy cerca.
Una avalancha en una montaña no habría diferido mucho del alud de pisadas que, de pronto, los rodeaba. Aún no les veían, pero el miedo les hizo imaginar las siluetas ennegrecidas de un grupo de ogros en plena carga. Llegaban tanto por un lado como por el opuesto, y ellos estaban en medio. Tenía razón la joven, ya no había tiempo sino de salvar la vida. Lus observó que la pareja salía a toda velocidad hacia un lado, despreocupándose de todo. Lógicamente él lo hizo hacia el contrario. No lo dudó, casi se podría decir que fue un acto reflejo.
–Déjalo marchar –era la voz de la chica. –No podemos impedirlo. No nos acusarán.
El fugitivo tomó su camino desentendiéndose de sus captores. Enseguida se topó con una ladera ascendente. No había lugar para elecciones, de modo que no la esquivó sino que lanzose, recto, contra ella. Mientras se alejaba, escuchó los gritos de rabia de los ogros. A Lus le pusieron los pelos de punta. Sus piernas, en esas condiciones, eran resortes infalibles que lo catapultaban más lejos y más rápido que a nadie. Así que más que correr volaba cuesta arriba. Pero un chillido, reconocido de inmediato, lo agarrotó al suelo. Volviose inquisitivo, justo para contemplar a sus dos cazadores cazados.
Inexplicablemente tres ogros –¿“qué hacían ahí”?, se preguntó– los habían atrapado. Dos de ellos sujetaban firmemente a la chica y el otro se lanzaba a por Baru, quien mucho más menudo y ágil, esquivó fácilmente la arremetida. El problema, sin embargo, no eran estos tres sino el resto de energúmenos que llegaba en tropel aullando. Para rescatar a la chica, Baru solo dispondría de medio minuto. Si tardaba más, ambos caerían, y morir a manos de ogros no era agradable.
Lus cerró los ojos y se lanzó pendiente abajo, con una gruesa piedra en la faltriquera y otra en la mano. Mientras se acercaba desabrochó su honda. Entre tanto, Baru intentaba atraer sobre sí la atención de los dos captores de su compañera para evitar que allí mismo empezasen a devorársela; pero al mismo tiempo bregaba con el tercer ogro que lo acosaba. Finalmente logró asestarle a éste un facazo muy feo en el muslo con lo que, más libre, se puso a lanzar cuchilladas a los otros dos. Dilató la asesina intención que se traían respecto a la joven a base de golpes certeros, labrando con su filo el pellejo de sus enemigos. Mas estos no soltaban la presa y el tiempo se agotaba; tenían casi encima a la horda ogruna.
El guijarro golpeó a uno de los dos jayanes en la cabeza. Éste, inmóvil y sonriendo con suficiencia, se volvió para lanzar una mirada asesina al apedreador justo para ver otro canto, esta vez como un puño de grande, zumbando a toda velocidad hacia sus ojos. El impacto tiró para atrás al bruto que, atontado, soltó la presa. Lus, acudiendo en ayuda, cargó la segunda piedra en la onda por si fuera necesaria. Baru aprovechose del desconcierto, y así apuñalaba fatalmente en el corazón al enemigo aún en pie. No hubo intercambio de palabras entre los tres, echaron pies para adelante y se lanzaron a una carrera frenética perseguidos por una ola de bestias armadas con monumentales cachiporras y rompecabezas.
Algo produjo un siseo que acabó de forma abrupta con un golpe seco. Baru se miró de inmediato su brazo. El ardor inconfundible de una herida lo distrajo de correr, la única posibilidad que tenía de sobrevivir.
—Vamos —la chica, inadvertida, se volvió para animarle.
Baru la miró intensamente. Unos segundos más era todo lo que les quedaba por compartir. Su vida juntos concluía, el tronco del que él se desgajaba en ese instante, y no había fuerza capaz de evitarlo, crecería pero ya en soledad. Ella lo comprendió todo al ver la mancha roja extendiéndose por el brazo de Baru. La inteligencia recorría la dolorosa senda de las consecuencias tras aquel golpe de infortunio; otra cosa distinta sería exigirle a la voluntad aceptarlas. La marca de la casa de aquellas flechas consistía en la letal sustancia que, impregnando sus puntas, se fabricaba a partir de la madera del tejo. Y aunque el proyectil no se le había llegado a clavar; sí dejó un profundo surco en la piel a la que sembró de ponzoña. Ambos se estaban despidiendo sin tiempo de saber que lo hacían, con la sabiduría del instinto. De nuevo volvió a sonar el silbido de muerte, pero el sonido duró menos que antes. Algún tronco cortó la trayectoria del dardo, a pesar de la puntería del arquero, antes de llegar a su objetivo. Para entonces ella ya no escuchaba, ya no sentía.
Lus barrió la zona con ávidos ojos y distinguió la sombra de alguien moviéndose entre las copas de los árboles. El característico color verde no dejaba duda. Era el traje habitual de los hombres del bosque para camuflarse entre el follaje, idéntico al que vestían los dos muchachos. Un individuo del pueblo de Baru y la chica los estaba asaeteando.
—Vete, huye, Mun, no hay tiempo —imploró Baru, consciente de la inminencia del peligro.
Lus seguía observando aquella silueta verde encaramada en lo alto del robledal. El misterioso atacante se paró, inmóvil, peligrosamente quieto. Entonces Lus actuó, cubriendo la distancia con la chica en el tiempo en que alguien apuntaba con su arco y disparaba. Cuando la flecha llegó a donde estaba ella, sólo había una huella, la de su mocasín. La muchacha se desasió de Lus, y, con un movimiento tan natural como la caída de una hoja, fijó el blanco con su propio arco. El disparo fue certero. Su compañero de juegos, su amigo de confidencias, su amante cayó muerto.

2 comentarios:

  1. Carai, un capítulo para que te dé un ataque al corazón. Me lo he leído tan rápido como Lus sube esa pediente. Este eco antiguo en tu cuento, sienta bien. Sí, le da un aire distinto.
    ¡Buf!
    PD: "Tenía razon la joven". Falta un acento en razón, luego la lecutra me ha arrastrado.
    Saludos.
    Lástima de amante y amigo.

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  2. Le voy a poner ahora mismo la coronita a la i. Gracias por echarme un ojo -mano quiero decir-.

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